lunes, 22 de diciembre de 2008

ALI BEY - EL ESPÍA DE LA CORONA ESPAÑOLA


A lo largo de la historia han existido personajes más, o menos importantes, y algunos de estos han hecho grandes proezas dejado huella de vida en páginas de la historia. Este es el caso del gran aventurero, explorador y cientifico que vivio en el siglo XVIII-XIX, cuyo nombre era Domingo Francisco Jordi y Leblich, nacido en Barcelona en 1 de abril de 1.767, y que sería más tarde conocido como ALí Bey el-Abbassi. Esta es su historia.

Vivió entre 1767 y 1819 y pasó su infancia desde que su padre Pedro Badía fuera trasladado en 1.778 a las Cuevas del Almanzora (Vera-Almería) a causa del nombramiento como contador de guerra y Tesoro, el joven Domingo de 12 años tuvo claro su destino. En este sitio inicio su primer y atrayente contacto con el mundo musulmán, gracias al ambiente morisco que predominaba por aquel entonces en esa comarca.
Cuando tenía 14 años ya trabajaba como funcionario en la costa de Granada. Nunca fue a la universidad, pero su pasión por el conocimiento, por dominar todas las ciencias, y su afán aventurero le sitúan en perfecto maridaje entre el ilustrado y el romántico, entre el científico y el soñador.
Todos esos años transcurrieron con él, inmerso en aprender todo sobre los musulmanes y su cultura.
En 1.792 ya casado se traslada con su esposa, a Córdoba para desempeñar su trabajo como administrador de Rentas de Tabaco. En Córdoba estudia árabe y se interesa por la aerostación (consiste en utilizar el calor caliente que tiene tendencia a subir por diferencia de densidad con el aire frío, que aplicado a un globo se consigue que este suba, baje o se mantenga) .Ésta última le llevó a la bancarrota y en 1.793, motivo por el cual decide marcharse a la corte, junto con toda su familia.

En 1.808 iniciaría sus primeras labores como espía al servicio de la corona de Carlos IV, y es así que en ese mismo año por encargo de Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, emprendió un largo viaje por territorios musulmanes, camuflado como notable musulmán descendiente de los Abbasíes y bajo el nombre de Ali Bey el-Abbasí. Una de sus primeras misiones era contactar con el Sultán de Marruecos y a la vez con sus enemigos. Mediante un doble juego que debía seguir para que estos atacaran a aquel y aprovechar la situación para gloria de España, que perdía posesiones en América y tenía que buscar riquezas en otros territorios.

Se sabe que Domingo Badia fue un mentiroso que llevaba una doble vida y quien sabe cuántas otras más, igualmente fue un aventurero, fanfarrón, charlatán, erudito, humanista y embaucador de reyes, sultanes y ministros.

Falsifico documentos y genealogías, se depilo, circuncidó y vestido con ropa de noble sirio, en 1.803 se convirtió en Ali Bey, un rico descendiente de Mahoma. Sus viajes lo llevaron por Marruecos, Argelia, Libia y diversas regiones del imperio Otomano (Egipto, Arabia, Siria, Turquía y Grecia), visito regiones en las que nunca antes había estado un accidental.
Sus andaduras lo llevaron también a peregrinar hasta la Meca, en 1.807, y aunque muchos dicen que fue el primer europeo en entrar en el santuario de Kaaba, al menos otros dos lo hicieron antes que él, el italiano Ludovico Bartema, en 1.503, y el Ingles Joseph Pitts, en 1.680.

En 1.808, durante plena guerra de independencia y tras haber tenido una conversación con Carlos IV, que le decepciona profundamente, se presenta a Napoleón Bonaparte para prestarle sus servicios. Éste, tras desconfiar en un principio lo envía con una carta de recomendación a su hermano José I.

El 5 de abril de 1.810, es nombrado prefecto de la ciudad de Córdoba por José I, ostentando este cargo por espacio de 15 meses hasta el 14 de julio de 1.811.

En 1.814 publicó “Los viajes de Alí Bey”, un libro de intrigas y aventuras apasionante, con preciosas y precisas explicaciones de paisajes y costumbres. La autoría de la obra, escrita en francés no fue desvelada hasta 1.836, con la traducción en castellano. Cuatro años más tarde Alí Bey emprendió un viaje a Siria y África Oriental, llegando a Damasco tras cambiar su identidad de nuevo por el de Alí Othoman, pero sería el último viaje, pues murió camino de la meca con 51 años. Cuando se sintió indispuesto, hizo correr la voz de que lo envenenaron los servicios secretos británicos. Pero este dato, como tantos otros de su vida, nunca fue probado.

Alí Bey el-Abbassi fue un hombre de una amplia cultura, ilustrado, poliglota, masón, dejo escritos de sus viajes y magníficos dibujos, titulada Viajes en Marruecos, Trípoli, Chipre, Arabia, Siria y Turquía, en los que junto con descripciones pormenorizadas de las ciudades que visitó, plasmó sus observaciones sobre geografía, Zoología, Entomología (es el estudio científico de los insectos), Geología y meteorología.
Sus viajes fueron leídos en toda Europa y promovieron curiosidad por la cultura islámica. Le admiraron, aunque con ciertas reticencias, Sir Richard Francis Burton, quien realizó una proeza similar, y Alexander Von Humblodt.

sábado, 20 de diciembre de 2008

martes, 2 de diciembre de 2008

Arturo Bordón - "Generación del 900"


ARTURO BORDON
“Generación del 900”


Corría el año 1.932, en Sudamérica, dos conflictos tomaban forma de crisis bélica. La guerra entre Perú y Colombia, y la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, éste último marcaría el rumbo de dos países, dejando secuelas imborrables de muerte, en la memoria familiar de miles valientes soldados.

En Paraguay una vez más los jóvenes de la patria serían los protagonistas de una injusta y cruel guerra entre hermanos, que solo derivaría en la aniquilación de una generación de hombres con pensamientos e ideas renovadas.

En ese momento el país se encontraba atravesando por una etapa de importante crecimiento económico e institucional. Aunque las heridas de la Guerra Grande aun eran frescas, se vivía un momento histórico de positivismo generalizado, las disputas internas en los diferentes partidos políticos se tornaron menos tensas y las reconciliaciones partidarias eran más amistosas.

Es así que en los meses previos a la guerra del Chaco, en un lugar conocido como el “Bar Vila”, ubicado en pleno centro de la ciudad capital, (Palma y Montevideo), se reunían los más selectos representantes de la cultura nacional, que junto con los denominados “Generación del 900” (nacidos entre 1.870 – 1.910), intercambiaban diferentes pensamientos sobre temas, relacionados con literatura, arte, filosofía, música y por supuesto, la política. Deliberando diferentes opiniones de una posible guerra con Bolivia, que estaba próxima y era inevitable.

Personalidades de toda índole encontraban en este sitio un espacio de encuentro, donde además, todos aquellos aventajados que habían viajado por estudios u otros motivos a otros países, traían noticias sobre los últimos acontecimientos que se daban en Europa, EEUU y el resto de América, y compartían con amigos momentos agradables, en uno de los establecimientos más concurridos del país en aquel entonces.

La guerra cambiaría el destino del Paraguay y esta generación marcaría un momento puntual en historia del país.

Para entender este momento histórico de desarrollo intelectual, es importante remontarse varias décadas atrás. Todo comenzó en 1.870, el país se encontraba devastado por la guerra grande, era urgente comenzar de nuevo a organizarse para construir un Paraguay comprometido con su tiempo y proyectado al futuro. Esta tarea recayó sobre un grupo de profesores paraguayos graduados en el exterior, a los que se le unieron algunos residentes extranjeros. Estos profesores realizaron una especial labor de enseñanza, preparado jóvenes en las diferentes disciplinas.

Sin lugar a dudas el Colegio Nacional de la Capital (1.877), fue la institución principal y de mayor importancia en la preparación de estos jóvenes que integrarían ese grupo tan prestigioso de intelectuales y pensadores paraguayos.

Los periódicos de la época publicaban siempre editoriales y artículos que contribuían a dar el eco y la importancia de la educación para el pueblo, como aparece en el párrafo extraído de uno de ellos.

“Porque el hombre sin instrucción no puede tener conciencia de sus derechos ni apreciar la importancia de los deberes como ciudadano en un país libre, que tiene por norma la igualdad; ni menos hacer uso de las libertades que acuerdan sus libertades institucionales”

Con el transcurrir de los años, ya en 1.889, sería creada la Universidad Nacional de Asunción, iniciativa que surge en la necesidad de dar una enseñanza superior a todos esos egresados del Colegio Nacional de la Capital.

Dicha institución posibilitó la capacitación Universitaria de cientos de alumnos que pasarían a integrar puestos de relevancia en diferentes sectores de la sociedad paraguaya. Los destacados profesores, en su gran mayoría españoles, transmitirían el saber y la virtud, rescatando los valores y principios de una nación, reavivando así el sentimiento más profundo de ser paraguayo.
Estos ilustres docentes eran el Dr. José Zacarías Caminos, Sr. Ramón Zubizarreta, Sr. César Gondra, Sr. Alejandro Audibert, Dr. Ramón de Olascoaga, Sr. Victorino Abente,Sr. Ricardo Brugada, Don Mateo Collar, Dr, Facundo Machain, entre otros., que volcaron todo su conocimiento formando hombres de bien, con bases sólidas.

En estas aulas también sería figura importante del país en su tiempo, Cecilio Báez (1.862 – 1.941), aunque no perteneció a los novecentistas, igualmente estudió en el Colegio Nacional de la Capital y luego se doctoró en Derecho, fue el que lideró el grupo de intelectuales de su época, además fue profesor, decano y restor de la Universidad Nacional, recibió en su larga actuación varias distinciones internacionales, entre ellas la de miembro de la sociedad de Ciencias Sociales de Filadelfia en los Estados Unidos de Norte América, la academia de Historia de la Habana y de la Société Academique D´Historie Internacional de Paris. Entre sus obras intelectuales podemos citar Ensayos sobre la libertad civil, La tiranía en el Paraguay, Ensayo sobre el Dr. Francia y la dictadura sudamericana y resumen de la Historia del Paraguay.

Ocupó varios cargos políticos a lo largo de su vida. Como presidente de la nación, desempeño un papel importante en la historia, convirtiéndose en uno de los mejores presidentes que tuvo el país. Murió en Asunción el 18 de junio de 1.941 a los 79 años de edad.

En su momento Hugo Rodríguez Alcalá lo llegó a comparar con Miguel de Unamuno diciendo textualmente lo siguiente:

“Salvando las debidas distancias, se puede decir que el Sr. Cecilio Báez asumió en su generación el papel semejante al de Unamuno en la de 1.898. Báez era un sabio de cultura enciclopédica, filósofo positivista, jurista eminente, Doctor en Ciencias Naturales, y gran erudito en saberes de historia de América y el mundo. También tenía una fuerte influencia Liberal Spenceriano, era un defensor de las libertades cívicas y sobre todo fue un genuino Liberal y por ello fue duro al enjuiciar a su país”. (Langa Pizarro, p.97).

Guido Rodríguez Alcalá (Asunción, Paraguay, 1946), Poeta, narrador, historiador, ensayista, periodista y crítico literario. Colaboró asiduamente en diversos periódicos locales y extranjeros, aunque no fue contemporáneo de Cecilio Báez, supo plasmar todo el carácter de un hombre que forma parte importante de nuestra historia.

Otro importante intelectual, calificado como una de las mentes más lucidas del siglo XX en Paraguay, lo fue Justo P. Prieto (1.897-1.982), ejerció como docente y periodista. Egresado del Colegio Nacional de la Capital, más tarde estudió derecho y obtuvo el doctorado para dedicarse de lleno a la enseñanza el periodismo y la política.

Le toco ocupar varios cargos de relevancia, demostrando siempre si total entrega en las diferentes labores como representante y figura de primera magnitud en la inteligencia paraguaya.

Nuestro país nunca volvió a contar con una generación como ésta, que engrandeció nuestra cultura con tan ilustres hombres, entre los que estuvieron además Emeterio González (1.863 – 1.941), Arsenio López Decoud (1.867 – 1.045), Juan E. O´leary (1.879 – 1.969), Eusebio Ayala (1.875 – 1.942), esta generación fue fundamental en la cultura paraguaya, aquí destacaron figuras de la talla de Ignacio A. Pane, el primer sociólogo paraguayo, Blas Garay, el primer historiador del país, Juan E. O´leary, uno de los ensayistas más influyentes que tuvo el país, Juan Francisco Pérez Acosta (1.873 – 1.968), futuro historiador que fuera designado el 31 de enero de 1.905, Herib Campos Cervera (1.897 – 1.921), e inclusive grandes estadistas como Eusebio Ayala y Eligio Ayala.

Todos ellos fueron contemporáneos que pisaron fuerte en un periodo destacado de la historia del país, y que unidos por un mismo ideal se entregaron con la fuerza necesaria para trabajar incansablemente en la tarea esperanzadora de construir una verdadera nación de justicia y equidad para las futuras generaciones.

Era así que el país vivía inmerso en un ritmo de ideas nuevas y voluntades verdaderas que definirían las bases de todo lo que vendría más adelante en una historia poco conocida por todos nosotros de finales del siglo XIX y que duró hasta mediados del siglo XX.

Otro contemporáneo de esta “Generación del 900”, del que no nos podemos olvidar lo fue el destacado y reconocido impulsor del turismo en Paraguay, el Dr. Arturo Bordón.

Nacido en Villarrica, en el año 1.893, cursó estudios primarios en su ciudad natal, más tarde recibió su diploma de Bachiller en el Colegio Nacional de Asunción. Fue alumno de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales y luego de finalizar sus estudios se dedicó a la docencia dictando clases de Anatomía, Fisiología, Higiene, Historia, Agricultura, y Ganadería en la Escuela Normal de Maestros de Villarrica.

Tuvo un amplio protagonismo en el periodismo nacional, redactando para el periódico “El Nacional”, además dirigió, “La Tribuna”. Fue fundador y director de “Guaraní”, diario aparecido en Asunción por esos años. Su labor periodística lo llevo a colaborar para diarios de Buenos Aires.
Su labor no concluyó ahí, ya que su inagotable interés por los asuntos del país lo hizo incursionar en temas tan diversos como atrayentes para él, por dicho motivo en 1.932 siendo Secretario General de la C.D. y miembro de las comisiones de vías de Comunicaciones y Caminos; de Guías, Mapas y Conservación de Monumentos y sitios históricos, y presidente de la sección propaganda y relaciones del Touring Club Paraguayo, al que pertenecía como miembro, ayudo a elaborar la que sería posiblemente la primera guía turística del Paraguay, denominada GUÍA GEOGRÁFICA DE TURISMO.


Para la edición de esta guía el Sr, Bordón tuvo que sortear incontables obstáculos en la tarea de recolección de información, por dicha razón dirigió personalmente la elaboración de la misma, de principio a fin.

Como buen conocedor de país, su equipo y él visitaron cada rincón del territorio nacional recogiendo información de interés al más mínimo detalle. Recorrió cientos de kilómetros visitando pueblos y ciudades al volante de un Ford-A modelo 1.930, atravesando caminos poco transitados o abriéndolos cuando estos ni siquiera existían y pernoctando en los pocos hoteles que existían o en casa de amigos.

DETALLES DE LA GUÍA:

Esta guía que data del año 1.932, consta de 428 páginas en la que se incluye una breve explicación del modo de uso de la misma, una resumida reseña de la geografía del Paraguay, su organización política y otros datos de interés general en sus primeras páginas.

Cuenta además con 2 mapas fluviales perfectamente trazados a escala, además de 80 mapas hechos con fiable descripción en donde se señalan datos y referencias importantes de cada ciudad o pueblo, nombres de calles, edificios, plazas, monumentos históricos, sitios de interés turístico, etc.

La guía no está exenta de una práctica lista de datos de interés, tanto para la población local, como para los viajeros que llegaban a nuestro país. En la misma línea se detallan los servicios públicos de ómnibus capitalinos y del interior, estos con sus respectivas conexiones con todo el país y el itinerario que realizan, por las calles que transitan y a los barrios o pueblos a los que llegaban.


Incluye también unos prácticos consejos para el conductor en caso de necesitar primeros auxilios, una guía resumida con puntos importantes a tener en cuenta antes de iniciar el viaje (botiquín, herramientas, útiles auxiliares, manual del motor y sus causas). Además una serie de información que complementan esta guía, como por ejemplo, un itinerario fluvial, de los barcos que realizaban recorridos regulares, con un detalle de la trayectoria que efectuaban cada uno de ellos, desde donde partían y hacia las diferentes ciudades donde se dirigían, los puertos donde realizaba las paradas, y las tarifas claramente especificadas según el destino y la categoría.
Un cuadro con horarios del tren, sus diferentes recorridos y los tiempos de duración en cada trayecto.


En la guía no fueron obviadas las fotografías, en ella se incluyen más de 200 fotos en blanco y negro y a color, de diferentes sitios del país (parques, plazas, edificios, calles, tiendas, personalidades, parajes naturales, etc.

Una amplia y completa información sobre las diferentes rutas del país, caminos secundarios, etc. y las distancias en Km. de una ciudad o pueblo a otro, con los tiempos en horas/minutos en que se tarda en llegar a cada sitio teniendo en cuenta el estado de los caminos y épocas en los que transitar por ellos puede ser un problema.

Se incluye algunas opiniones interesantes sobre el Paraguay, enunciada en su momento por diferentes personalidades que hablan de este país como un sitio sin igual.

Paraíso Sudamericano: “ A igual que el paraíso terrenal colocado entre los ríos Tigris y Éufrates, el paraíso Sudamericano, el Jardín de Sudamérica como le calificaron los norteamericanos , se encuentra limitado al sur por el rio Paraná y al este por el rio Paraguay, dos grandiosas arterias fluviales” (El Paraguay Moderno- Periódico)

Temperatura Ideal:La frescura de las noches es una de las características del verano paraguayo: El invierno paraguayo es una estación tan bella y placentera para los naturales como para los extranjeros. Al salir el sol una dulce tibieza se expande por todo y reanima los organismos; la radiante luz del astro del día siembra la alegría y la vida se despierta tan rápida y activa en los animales y vegetación, que diríase no haber pasado la naturaleza sino por un dulce sueño. Una comisión de sabios no hubiera podido escoger una temperatura media más favorable” (Moisés S. Bertoni)

“Pronto se convence el viajero, que el aire, el sol, árboles y flores, son elementos integrados de la vida en el Paraguay, denominado con admirable propiedad el “Jardín de Sudamérica” (Prof. Francisco Manzi)

Tierra de Sol, tierra de leyendas: “Tierra de sol, tierra de épica historia, tierra de leyenda! Lo que hicieron sus hombres en la guerra terrible, se ha contado a los niños de América, como hazaña de los héroes homéricos de los cuentos fabulosos. Porque allí se demostró con sangre y muerte, saber de patria y de sacrificio, quizás como en ninguna otra parte” (Rubén Darío).

Se recogen además varias citas que definen al pueblo paraguayo, haciendo especial referencia a la mujer paraguaya, la valentía y lealtad de su gente y la prodigiosa naturaleza con la cual fue bendecida esta tierra.

El señor Arturo Bordón fue un adelantado a su tiempo, trabajó con férrea convicción en defensa del patrimonio histórico cultural y natural, dando un empuje sin precedentes al turismo nacional.
Ya en aquel entonces hablaba de la importancia que estaba teniendo el turismo en los países más desarrollados, y al mismo tiempo hacia una proyección futurista de los importantes beneficios económicos que tendría esta actividad para el país, como medio para la erradicación de la pobreza, explicando los alcances favorables en las diferentes actividades comerciales de la población.


Arturo Bordón fue el primer Director General de Turismo que tuvo el país, al igual que desempeño sus funciones como Director de la Oficina Municipal de Turismo..
Participo del primer congreso Iberoamericano de Turismo realizado en San Francisco, California, en abril de 1.939.


Sentó las bases necesarias para la creación del primer Consejo Nacional de Turismo a través de un proyecto de ley que más tarde sería aprobado.

En la política militó siempre con fervor y abnegación, con el Partido Liberal, también ocupo una banca en la cámara de Diputados, hasta el 17 de febrero de 1.940.

sábado, 11 de octubre de 2008

Agatha Christie y su viaje a Canarias

HOTEL SANTA CATALINA
Uno de los hoteles donde se alojo Agatha Christie, en la Isla de Gran Canaria.


AGATHA CHRISTIE
(Islas Canarias)
Primera Parte

Gracias a los grandes escritores, que a través de los tiempos han sabido mezclar sus historias con escenarios lejanos, han puesto así de manifiesto la sagacidad de sus plumas, combinando bellos detalles que caracterizan diferentes sitios y sistuaciones, entrelazando personajes pintorescos que cobran vida en sus obras y que llegan a nosotros como novelas que ponen a volar nuestra imaginación para descubrir lugares únicos.

Este es caso sin lugar a dudas de Agatha Clarissa Miller (1.891-1.976), más conocida como Agatha Christie.
En 1.927 hace exactamente 81 años, ésta escritora había llegado a la isla de forma inesperada luego de enterarse que su marido Archibald, le había engañado con otra mujer. Ya por ese entonces era una escritora famosa y al desaparecer sin avisar a sus amigos la preocupación fue presa de todos, de hecho la policía y detectives se movilizaron para dar con ella.
Agatha Christie había entrado en una depresión muy fuerte que le impediría terminar la novela que estaba escribiendo.
La escritora llego a las islas Canarias en busca de paz y tranquilidad, esta primera visita la hizo como turista buscando descanso. Creyó que lo encontraría en el Puerto d la Cruz (Tenerife), el Health Resort más conocido y sobre el cual más literatura se había escrito en toda Europa, fundamentalmente en Gran Bretaña. No satisfecha de vivir en Puerto de la Cruz decide trasladarse a Las Palmas de Gran Canaria (Gran Canaria). Lo característico del viaje de Agatha Christie es que no se podría considerar un viaje como los que solían hacer las viajeras de entonces, ya que los viajes del siglo XIX y principios del XX estaban marcados por el espíritu aventurero sumado a la voluntad de ver mundo y descubrir los espacios reservados para los hombres, aunque sin renunciar a ser unas elegantes damas del Imperio Británico.
Este afán de conocer y descubrir llevo a las damas sortear todo tipo de inconvenientes en donde valientemente exploraban diferentes territorios provistas con un cuaderno de notas y pluma en mano para registrar todo cuanto experimentaban, registrando emociones e impresiones a través de diarios de viajes.
Las particularidades de las islas, sus costumbres, tradiciones, el carácter isleño junto con sus ciudades y pueblos han sabido ser descriptas por sus autores que son los que han marcado la tradición viajera del pueblo británico.
En el caso de Agatha Christie no se podría decir que sus intereses sean similares ya que no mostro mucha curiosidad por el pasado legendario de la cultura aborigen extinta, el atractivo de la flora y otros aspectos, no obstante su máquina de escribir la acompaño en todos su viajes, y en este caso seguiría escribiendo en la habitación de su hotel en Gran Canaria, la novela que había quedado interrumpida,” El misterioso tren Azul “, y unos relatos cortos que se desarrollan en los lugares de la isla donde estuvo.

Haciendo una retrospectiva en la vida de Agatha Christie podemos decir que nació y se crió en el seno de una familia con educación victoriana, es por eso que su madre creía que los niños no deberían leer hasta alcanzar los ocho años. Agatha tampoco fue a la escuela de niña pero sus carencias las suplió devorando libros. Entre sus lecturas preferidas se encontraban los cuentos de hadas que su tía abuela le regalaba siempre por su cumpleaños o en navidad.
A los 11 años publicó un poema escrito por ella en un periódico local, pero en ese entonces tenía la mente más centrada en la música. Su madre quería darle una formación musical y a los 16 años la envió al estudiar canto y música a Paris.
Luego de atravesar por un mal momento económico, la familia de Agatha Christie se traslada a Pau (Francia), es allí donde ella aprende el francés gracias a que su madre contrato a una niñera inglesa residente en Francia.
Es entonces cuando Agatha Christie comienza a leer muchos libros en francés, entre las que se encontraban novelas históricas. “El prisionero de Zenda” de Stanley Weyman, fue su primera novela, también leyó todas las novelas de Julio Verne en francés, durante mucho tiempo su novela preferida fue “Viaje al Centro de la Tierra, “El jardín Secreto” de Hodgson Burnett, entre otros”.
Luego de pasar por momentos difíciles con la muerte de su padre, Agatha vive un momento especial en su vida, donde pasa todo el tiempo haciendo compañía a su madre y limita sus amistades para ocuparle más tiempo a ella. En una ocasión su hermana Madge las visita con su hijo pequeño por una larga temporada, es ahí cuando Agatha las primeras historias de Sherlock Holmes. “El Carbunclo Azul”, y desde entonces no dejo de interesarse por Sir. Conan Doyle.
Ya desde entonces Agatha no destacaba en nada, probo ser cantante de ópera, aunque si soñaba con ser una gran escritora y anhelaba tener un matrimonio feliz, al lado de alguien que la protegiera la amara y admirara.
Con 17 años fue el momento en que Agatha debía presentarse en sociedad como era habitual hacerlo con las chicas de clases acomodadas. Debido a la mala situación económica su madre eligió el Cairo como lugar de convalecencia pensado en ella. Este sitio resulto un lugar de ensueño para la joven Agatha que permaneció 3 meses asistiendo casi todos los días a los bailes que se organizaban por turnos en los mejores hoteles para la refinada sociedad Británica.
En Egipto era habitual ver a británicos ya sean del ejército o ingleses acaudalados que pasaban el invierno en familia. Lo que menos interesaba a Agatha eran las maravillas de la antigüedad que 20 años más tarde causarían un tremendo impacto en ella.
La vida para ella seguiría sin mayores complicaciones mientras tomaba más gusto por la escritura, cuando por fin en 1.912 contrae matrimonio con quien más tarde la abandonaría.
Con motivo de la gran exposición de 1.924 en Londres, el mayor Belcher, un amigo de Archie el marido de Aghata, le encomendó a este reunir un equipo de expertos que deberían acompañarle durante once meses por todo el imperio Británico. Archibald , fue contratado como consejero financiero en este viaje, en el que fue invitada también su esposa. El itinerario incluía África del Sur, Australia, Nueva Zelanda y América, esto con todos los gasto pagos y 1.000 libras de gratificación. Una vez llegada a Nueva Zelanda viajo a Honolulú pasando por las islas Fiji, donde descubrió las maravillas de un deporte desconocida para ella, el surf. También visito Nueva York, además de Madeira que en aquel entonces era un destino frecuentado por los ingleses.
De vuelta a la realidad la situación económica se ve empeorada, el marido de Agatha no consigue trabajo y ella ve obligada a escribir para hacer frente a los gastos que no eran pocos.
Los años pasaron y repentinamente la madre de Agatha muere, su marido no pudo estar en el funeral porque se encontraba por un viaje de negocios por España, a partir de allí la situación amorosa con su marido va de mal en peor. En uno de sus viajes Archibald envía una carta a Agatha desde Italia, donde se encontraba en ese momento por motivos de trabajo
La carta era corta y muy directa, la misma decía que se había enamorado de una antigua secretaria y que le enviara lo antes posible el divorcio.
Agatha sufre el peor momento de su vida, aunque le cuesta tiempo entender que su marido no volvería con ella. El temor y el abandono se hacen presa de ella desencadenando un estado emocional de tristeza, angustia que lo supo sobrellevar gracias a la compañía de su amiga Carlo que estuvo al lado de ella en este momento tan duro.
Su tota estado de pena le llevo a protagonizar un hecho nunca aclarado por ella, fue en 1.926 que tras desaparecer unos días sin a decir nada a nadie y o dejar rastro, hasta el punto que la dieron por muerta al encontrar su vehículo en un lugar alejado al borde de un precipicio, Agatha es reconocido por un camarero que avisa al Scontland Yark que estaban en ese momento en la ardua tarea de encontrarla. Agatha había decidido para en un hotel donde con un nombre falso, posiblemente para borrarse de los medios y tener tiempo para estar sola y meditar lo que le había ocurrido. Más tarde la opinión pública tomo este hecho como una estrategia para la publicidad de su nuevo libro.
En febrero del año siguiente Agatha, su amiga Carlo y su hija visitan las islas Canarias.

miércoles, 1 de octubre de 2008

El automóvil en Paraguay







El 1 de Octubre de 1.908 hoy hace exactamente 100 años atrás, la Ford Motor Company de Michigan produjo el primer modelo Ford T, un vehículo de dos plazas, sencillo y popular, que dio un vuelco a la economía empresarial y a la fabricación industrial. Sentó las bases mundiales de la producción en cadena y revoluciono el concepto de movilidad sin importar su clase social.


Henry Ford, hijo de inmigrantes irlandeses, nacido en Michigan en 1.863, mecánico de profesión fundó en 1.903 con 40 años de edad su propia compañía.


Los años pasaron y el automóvil experimento un desarrollo importante en varios países, las marcas se multiplicaron y los fabricantes lanzaron nuevos modelos en el que se mezclaban diseño, confort y lujo.


En el Paraguay de principios del siglo XX este hecho no estuvo ajeno a la sociedad, que miraba con asombro la aparición de los primeros vehículos en nuestro país.


Los periódicos de la época hicieron eco del efecto que produjo en la gente y muy especialmente en las poblaciones campesinas. Algo que posiblemente sería definido como sensacional en nuestros días, pareció terrorífico hasta si se quiere para la gente de aquel entonces.


Los nuevos vehículos de metal, desfilaban por la campaña haciendo ese particular ruido con sus motores, espantando a gallinas, chanchos y perros que al paso de estos, ladraban sin parar hasta que quedaban afónicos. Las viejas santiguaban y la gente no daba crédito al ver cómo estas máquinas podían moverse sin que ningún animal los tirara.


Sin embargo el tránsito de estos vehículos por los diferentes senderos no constituía tarea fácil para los intrépidos conductores, ya que era habitual verlos atascados en pequeños charcos de agua y barro, arroyos, y senderos arenosos, motivo por el cual casi siempre necesitaban ser tirados por caballos o bueyes para que pudiesen continuar su recorrido. Como ejemplo se puede decir que realizar un viaje de Asunción a Itaguá, demoraba 3 días.


Los automóviles de entonces no modificaron el modo de viajar, los usos corrientes y la fisonomía de nuestra gente, que ante la lenta introducción del automóvil especialmente en zonas rurales no determino cambios importantes en sus pobladores.


Fue así que antes de la llegada del automóvil, las casas particulares eran generalmente muy amplias, con extensos patios y corrales que permitían la cómoda entrada de carretas y de la res que semanalmente mataba una familia, traída a lazo por un arriero; pero con la llegada de mayor cantidad de automóviles, muchos de estos espacios fueron destinados a ser utilizados como cocheras y en la ciudad desaparecieron muchos espacios públicos para crear estacionamientos.


Finalizada la 2º guerra mundial, la llegada al Paraguay de otros automóviles no constituyó un suceso inusitado. Hasta la aparición del Ford de bigotes en el mercado asunceno que fue rápidamente popularizado como nuevo vehículo de preferencia.


Los nuevos negocios relacionados al sector proliferaron, estos se dedicaban a la venta de vehículos, venta de combustible, talleres mecánicos, repuestos y accesorios etc.

El Touring Club Paraguayo

El 24 de septiembre de 1.924 fue creado el TOURING CLUB PARAGUAYO, entidad privada que cumplió en sus inicios un papel importante de trabajo conjunto con el estado paraguayo, promoviendo la construcción y conservación de caminos en todo el territorio nacional.

En 1.926 fueron aprobados sus estatutos, en ellos se fijaron los objetivos de la institución, entre los que figuraba la promoción del turismo y el fomento de la construcción y conservación de rutas.


En su misión el TOURING CLUB PARAGUAYO, tenía el cometido de conocer y hacer conocer el Paraguay.


En 1.931 el Sr. Julio Petersen (Vice-presidente 1º - 1.931-32), fue fotografiado por un periodista de un periódico local, en un camino cuando se dirigía a la ciudad de Pedro Juan Caballero, más tarde esa foto fue publicada con un epígrafe que decía: “Demostrando cómo esta institución llega a los sitios menos accesibles, guiada por la voluntad indómita y ese espíritu emprendedor y patriótico que caracteriza a los socios de Touring Club Paraguayo”


El carácter aventurero de los socios del club dio el impulso necesario para abrir nuevos caminos, acercando pueblos y ciudades, haciendo conocer los encantos naturales, aspectos resaltantes de nuestra cultura y el modo de vida de la gente de zonas lejanas del país.


Esta organización estuvo ligada desde su fundación con el turismo nacional, colaborando arduamente para fijar las bases de la primera ley de Turismo y participando en 1.939 en el primer congreso Iberoamericano de Turismo en la ciudad de California, E.E.U.U., además de hacer publicaciones en revistas, elaboración de mapas, guías turísticas, etc.
El resultado de este buen trabajo lo constituyo sin dudas la formación de comisiones entre las que estaban las siguientes:


Comisión de Vías, Comunicaciones y Caminos.


Comisión de Turismo y Deporte.


Comisión de Guías, Mapas, conservación de monumentos y sitios históricos.


Comisión de Relaciones Exteriores.


Y una comisión encargada de la publicación periódica de una revista que tenia al frente al Sr. Arturo Bordón, quien más tarde sería el primer secretario de Turismo del país.

LOS PRIMEROS AUNTOMOVILES QUE LLEGARON AL PAÍS

En 1.900 El Sr. Jorge Barzi, introduce el primer automóvil en el Paraguay. Era un pequeño Ford T, utilizado para movilizarse desde su escritorio sobre la calle Colón, hasta su astillero.


Este mismo año el Sr. Francisco Decoud adquiere un automóvil.


En 1.905 el Sr. Tomás Saccarello, importa un automóvil Renard Francés.


En 1.907-8 el Dr. Andrés Barbero importa un automóvil italiano.


En 1.905-10 El Sr. Cellario adquiere un automóvil de lujo Lancia italiano, color rojo y un complicado juego de palancas de bronce.

domingo, 31 de agosto de 2008

Impresiones de una viajera de su visita al Paraguay


Travel Journal through Paraguay and Argentina
June 2008 by Mali Phonpadith


What was my experience like visiting Paraguay?

One thing that I can say with full honesty is that the people I met and shared time with – made the country more amazing and beautiful than I had imagined it to be.

To summarize my full week exploring the country side…and many sides…of the country, I must first begin with the warmth I felt in every household I was received in. Yes, speaking Spanish helped with the communication flow but even without the language, I would have understood everything they were offering me. I stayed with my friend, Marcela’s family and they absolutely treated me as nothing less than that! They made me laugh, they made me cry, they made me sing, and we even danced around in the living room…laughing so hard we couldn’t breathe…a long story with bananas…at least we were able to capture that on film!

Marcela’s grandmother – a fellow poet – within 30 minutes of meeting me, searched her entire room to find me a gift that I could remember her by. I joked that she should wait to give it to me in six days, they day that I will be leaving her! But she wouldn’t have it- she did not want to forget and she did not want to be forgotten! It was a pen, to write down what my heart wished to explore. This pen had a calendar and she asked me to remember the day we met, the day we shared stories about our past loves and our hopes for a lifetime full of more love.

I tried every traditional Paraguayan dish that exists, except for the bori-bori…perhaps that was meant for my next trip back. On our way to every new town, we looked for a chiperia alongside the roads. Chipa was the perfect winter morning snack…so warm and filled with wonderful cheese and dough that melted in your mouth before you even took one bite. There is no denying that I came back from my South American adventure with a few extra wonderful pounds…making my shape a bit more round than I prefer and yet I could not even justify any guilt or regret for having tried such delicious flavors. The list of traditional foods included mbeju, gnocchi, sopa paraquaya, milenesas, lomitos arabe, chorizos, chipa guazu, barbecue meats of all types “a la parilla” and empanadas.

On the first three days of our stay in Paraguay, five of us women drove together cross-country from Asuncion eastbound passing the towns of Caacupe, Coronel Oviedo, and into Ciudad del Este - towards the port of entry into Argentina. It took us five hours in sunshine, rain and fog to arrive at this port where a ferry would then transport us inside our car, floating along the river and arriving fifteen minutes later in Argentina. We almost didn’t make it across the river from Paraguay. Apparently, there was no one ‘official’ available that day to stamp my American passport and allow for departure into the neighboring country. We were stunned, disappointed and upset as you can imagine- having driven five hours to get the point of departure and not being able to get across to the point of entry. After trying to negotiate unsuccessfully for almost 30 minutes, we finally came up with a story about my Argentine boyfriend who was to meet me at the Falls of Iguazu the next morning for the purpose of proposing marriage! Not being able to get to our meeting spot was simply unacceptable; especially after having traveled from the United States for this wonderful chance of finding “true love” on the other side. It was a plot beautifully presented by Marcela’s aunt- which, thankfully, asked us to stay quiet in the car so we didn’t screw up her story! I know for sure, I would not have been able to keep a straight face throughout this negotiation. We did get some sympathy from the ladies that were “patrolling” the border but it wasn’t until we gave one of the workers a $5 US bill that the official stamp somehow made its print upon my passport and we were allowed onto that ferry to cross the river.

The next morning, after a very cold night in a single hotel room housing all five of us together, (where we ran out of hot water within the first hour of checking in and the TV only received strong reception for one station) we made our way to the Iguazu Falls or Cataratas del Iguazu as they call it in South America.

Simply put, there are no words that can describe the immensity of this place. Being there in the early morning, with the foggy dew, and the peaceful train ride through the wilderness towards the Falls, I could only describe the serenity of my spirit as it was being called by thunderous yet melodic sounds of grandeur as the tremendous amount of water (an average of 553 cubic feet per second) plummetted over 269 feet – which can be measured at the Island called Devil’s throat, better known as Gargantua de Diablo. When trying to describe how I felt about the breathtaking view, the only thing I could continue to repeat over and over again in Spanish was “QUE IMPRESIONANTE!” My whole body and spirit felt as if they were out of my physical shell; as if I was looking at this place inside some distant dream…that I was recalling from another life. I could not believe a site like this actually existed in our world. It was a magical experience to say the least; to stand alongside the rails, holding on tightly, closing my eyes, lifting my face toward the early morning sunlight and allowing myself to listen to the rhythm of my own heartbeats pounding in sync with the Falls of Iguazu. Walking away from Gargantua de Diablo, I felt I was being sent back to LIFE again…

Our next stop was truly the whole purpose of our road trip. In the end of our three days, exploring quaint and rustic Paraguay by car, by boat, by foot…I reflected upon how wonderfully spiritual this journey was for me…how in three days, my soul was able to come full-circle. And now I will share and preface my most powerful experience on this journey. For me, it became the most pivotal experience of my first South American adventure. For it to have impact, I must first begin this story by telling you that I was a refugee of war from Laos. We fled Laos during the Vietnam War era and when I was five years old my family was sponsored by a Unitarian Church in Maryland to relocate us from the refugee camp of Thailand to the United States. Secondly, my desires for wanting to travel to Argentina began 2 years ago with a poignant story as to why Posadas, Argentina was such an important stop to make during my journey through South America.

After my father’s passing almost two years ago, I went to visit with our family friend, a Buddhist monk that spiritually cared for my father in his final days. On my visit to our Lao Buddhist temple, located in Catlett, Virginia, Monk Noumay was providing me with spiritual guidance, assisting my mind and heart to understand that life is a cycle and somehow, everything, is interconnected and everyone has a purpose and contributes somehow with their presence and energy in the Universe. He was reminding me that my father is and will always remain a part of my world; that his energy even in the absence of a physical body is with me every day and will remain with me in all my days to come. After finding some solace, we got into a discussion of my passions and my love of world travels. Somehow, we ventured onto the topic of South America. I told him that I had never been there and it was on my list of places to explore. He then mentioned that he was involved a few years ago with a journey to bless a newly built Lao Buddhist Temple in Posadas, Argentina. I was quite surprised by this and asked why in the world would there be a Lao Temple in Argentina? He told me that Argentina, during the Vietnam War era, had opened up their borders as well. Roughly 200 Lao refugee families were accepted into the country relocated to Posadas, Argentina. Eventually, the community of Lao families raised enough funds to build their own temple; creating a place to practice their Buddhists rituals, traditions, and meditations. I was so intrigued by this story. It was on that day with Monk Noumay that I had made a mental note and a spiritual commitment to one day travel to find this community of Lao-Argentines and visit the sacred Temple in Posadas, Argentina.

So there we were…after the magical and surreal experience of the Iguazu Falls, driving another 5 hours- passing farmlands, and taking pictures of every single cow, of every possible size and color you can imagine. The three girls, Marcela, Riciele, and Celeste, were singing “Color Esperanza” while creating seated dance moves as I filmed and re-filmed their choreography. The windows were down, my hair flying around as I fumbled with the digital camera and my mate drink in hand. Laughter and music chased away the minutes…before we knew it, the sun was starting to set and we finally pulled into the sacred grounds of the Lao Buddhist Temple of Posadas.

When I stepped out of the car and planted my feet upon the Earth, there was an energy that traveled up through my legs, my chest, my heart, and through the tear ducts that caused a flow from my eyes. I smiled of excitement, I cried in wonder of how small the world truly is and how beautiful life really is meant to be…if we can only choose to see it more often in such light. The orange glow of the sun crawling slowly for me toward the horizon, allowed me to see this place with my twinkling eyes, to touch the sacred doors of the temple, to take mini breaths and savor the fresh air of Argentina.

The groundkeeper greeted us in perfect Argentine Spanish and when I placed my hands together and bowed my head to greet him with “Sabai dee” – he smiled in acknowledgement and began to speak to me in Laotian. He told me that the head monk was not at the temple, that he had traveled to Cordoba to conduct a special ceremony for a Lao family there. Bizarre as it sounded to know that there were Laotians scattered throughout Argentina…I had to remind myself that it is this way in the United States and all over the world. It simply hit me in that moment, that I could have landed anywhere in the world…and for a brief second…I reflected on the fact that my life’s course could have easily ended on the day that my parent’s escaped with me and my siblings as we crossed the Mekong River into Thailand…my chance to see Paraguay and Argentina as well as the rest of the world is simply a blessing in itself.

So many wonderful things took place on our visit at the temple- too many stories to tell in one sitting but the memories are etched in my mind forever. We eventually made our way from the temple to visit the Lao neighborhood. We stumbled upon two women that were gracious enough to let us into the smaller temple situated in the middle of this community of Lao people. The most amazing part was that the only two women we met were both from the same town in which I was born. How in the world, did the Universe provide such an experience for me! To speak with them in my native language, practice my Spanish, and communicate in understanding that we are all here on this Earth and we all have purpose by simply existing, being, adapting, living…

We were invited inside one of the women’s home to eat traditional Lao bamboo stew and sticky rice. She invited us- without knowing anything about us- to stay the night in her home so she could cook us a real traditional Lao meal in the morning. We were unable to stay because of our tight schedule. However, we were beyond moved by the generosity of her offer. After a brief tour of her home and a garden full of herbs and papaya trees, we exchanged hugs as she and I lingered in our farewell embrace.

When we finally drove away from the neighborhood, I sat in quiet as I could not come up with the words, neither in Spanish, nor English to describe all the emotions running through me. My thoughts were jumbling together, my heart bursting to understand what just took place inside of it. My being…it felt lifted…as if I heard my father’s voice telling me that all things in the Universe are interconnected…that he heard me when I lit the candle inside the temple and prayed for him. He has been with me all along, not only in my dreams, but in these waking moments, every step from the United States, to Paraguay, to the Cataratas de Iguazu, and as I drove away from the Lao temple of Posadas and toward a life where I can now accept and be fully aware that all things are exactly as they should be…

In the next few days that followed, we remained extremely active: visiting the Jesuit Ruins of Encarnacion, going on a shopping spree of souvenirs in Asuncion, touring the Artisan towns outside of the capital city, spending several days visiting with other family members I had come to love and that had grown to love me. I was also grateful to visit certain special people I had considered my Paraguayan family for over 4 years. I built a magical bond with them through photos, through videos and letters, through the Internet messenger and emails. It’s a long story of how they came to be “family” but when I arrived in front of their home in Asuncion, they ran toward me as if I had been born to be loved by them and their biggest hope was simply for me to stay forever. After my one full day and night of visit in their home, every sign of affection they displayed made me believe in true love again!

On the last day in Paraguay, I found myself melancholy while packing my suitcase- trying to fit in all the souvenirs and storing away, in my own head, every beautiful moment we created here. I did not feel quite ready to leave this country. There is still so much left to explore. I felt it was calling me to stay a while longer and yet I believed she was confident in letting me go…as if she knew I would be returning to her one day.




jueves, 21 de agosto de 2008

El aventurero vasco que devoraron los indios


El último explorador El aventurero vasco que devoraron los indios Pedro Enrique Ibarreta Uhagón (1859-1898), un singular aventurero que se adentró en la Sudamérica más salvaje
Constructor de ferrocarriles en el Chaco argentino. Buscador de oro en Bolivia. Cazador de hombres en la Guerra de Cuba y, al fin, cadáver abandonado a la voracidad de los hombres y las fieras en los infectos pantanales del Pilcomayo, que nace en las selvas de Paraguay. Ése fue Pedro Enrique de Ibarreta Uhagón, el último gran explorador español, de quien ahora se publica una biografía.

Por José Antonio DíazBilbao, 1859. En el seno de una ilustre familia burguesa con ansias de nobleza nace un niño al que sus padres ponen por nombre Pedro Enrique Joaquín Manuel Ibarreta Uhagón. Su progenitor es un reputado ingeniero, dos de sus tíos ocupan posiciones preeminentes en el Banco Español de San Fernando (antecedente directo del actual Banco de España) y el Banco de Bilbao, y su padrino no es otro que don Pedro Francisco Goossens y Ponce de León, secretario de Isabel II.

Dinero y prestigio no faltaban en casa del joven Enrique, que tras cursar sus primeros estudios en Bilbao, gustaba de pasar las tardes de su infancia correteando por los campos y bañándose en la ría del Nervión. De aquellas relajadas jornadas de 1871 datan nuestras primeras noticias sobre el carácter del futuro explorador. Por los escritos de sus coetáneos sabemos que Ibarreta era una especie de audaz pillo sin miedo, una fuerza de la naturaleza que, pese a sus pocos años, parecía no temer a nada ni a nadie.

Por desgracia, la placidez de su infancia iba a verse interrumpida por el estallido de la III Guerra Carlista (1872-1876). Tras aguantar casi un año de asedio en aquel Bilbao martirizado por la caída de las bombas, un tiempo en el que la gente se protegía bajando a vivir a los sótanos y cubriendo las ventanas con cueros de vaca y sacos terreros, don Adolfo de Ibarreta decidió sacar a su mujer y a sus hijos de aquel infierno de cascotes y metralla. De común acuerdo con otras familias, y con el beneplácito de su cuñado don Felipe de Uhagón, por entonces alcalde de la Villa, fletaron un remolcador con casco de hierro, el San Nicolás. Mont de Marsan (sur de Francia) primero y Londres después fueron testigos de las nuevas experiencias que habría de afrontar el joven en los tres años siguientes. Estudiar, aprender francés e inglés y manejar la espada con soltura parecen haber sido sus principales obligaciones. Y meterse en líos.

A comienzos de 1876, volvió a Bilbao, instalándose en el palacete de estilo francés de su familia. Dos años más tarde, su padre pensó que tal vez la milicia atemperase el fuerte carácter de Pedro Enrique, de ahí que le hiciera ingresar en la Escuela de Ingenieros de Guadalajara. Entrar por una puerta y salir por otra. Ese podría ser el rápido resumen de la fugaz vida castrense de aquel joven ciclón, dado que apenas aguantó 10 meses con el uniforme puesto.

Cuentan que era la viva imagen del arrojo y la temeridad, pero también de la indisciplina. Pero había algo que no soportaba: que ofendieran a los más débiles o que se burlaran de él. Fue por eso por lo que se enzarzó en un duelo a pistola en el que resultó herido. Un duelo que selló su destino, pues a raíz de aquel incidente y quizás forzado por su padre, Pedro Enrique pidió la baja en la Academia.

Como para muchos otros vascos, la emigración a América pareció ser su tabla de salvación, puesto que entre los suyos no encontraba acomodo. En 1893 viajó a la República Argentina, viviendo en Buenos Aires, Rosario y Córdoba, ciudad esta en la que desempeñó el cargo de vicecónsul de España al tiempo que conseguía el título de Ingeniero Geógrafo en su Universidad.

La Argentina de aquel entonces era un vasto país despoblado, de ahí que el general Julio Argentino Roca, presidente de la República, enviase comisiones al lejano Oeste americano en busca de maestras y de vaqueros acostumbrados a la dura vida del campo. La misma a la que rápidamente se acostumbró Ibarreta como tantos otros de los llamados “gauchos vascos”. Trabajando para Casado del Alisal –palentino que construyó el ferrocarril que unía La Candelaria con Rosario– se dedicó a explorar 500 kilómetros cuadrados del Chaco argentino, una llanura inmensa plagada de bosques áridos, selvas y pantanos, un espacio salvaje de indiadas errantes y en el que vivían yacarés, vampiros, monos aulladores, cérvidos, jaguares, pumas y más de cien especies de víboras y serpientes.

Atacado por un jaguar. Realizando mediciones topográficas y cartografiando el terreno para la futura construcción de un ferrocarril, Ibarreta estuvo a punto de morir bajo las garras de un jaguar. Lejos de arredrarse y terminado su trabajo, convenció a sus compañeros para cruzar el Chaco de Este a Oeste. Nunca lo hizo. Perdidos y sin alimentos, comidos por los insectos y acosados por los indios, vagaron durante ocho meses por aquellas inmensas soledades. En Santa Fe y España se celebraron solemnes funerales por su alma, y mientras su familia vestía luto, él salió de la nada, como escupido por la selva.

Buscando oro y aventuras, se sumergió en la selvática frontera entre el Brasil y Paraguay. Ahora fueron las pirañas las que estuvieron a punto de acabar con su vida. Enfermo a causa de las picaduras de los insectos, volvió a España para recuperarse. Estando aquí estalló la Guerra de Cuba. Profundamente patriota, pospuso sus futuras exploraciones americanas para combatir en aquella isla. Tras equipar una guerrilla pagada de su propio bolsillo, se dedicó a cazar hombres durante año y medio. En 1897 le encontramos de nuevo en la Argentina. Inquieto como siempre, decidió buscar oro en Bolivia. Vagabundeó sin fortuna por la serranía de Jujuy, en los mismos parajes y lugares en los que, diez años después, habrían de encontrar la muerte dos célebres forajidos americanos: Butch Cassidy y Sundance Kid.

Pero el oro se le resistía y ante este nuevo fracaso decidió encarar un viejo proyecto: explorar el temible río Pilcomayo. Era un río salvaje, tenebroso y de mala fama, trasunto americano del oscuro y abominable Congo que pinta Conrad en El corazón de las tinieblas. Los indios le llamaban Pilcu-Mayu o río de los Pájaros. Intentando su navegación habían muerto un buen puñado de hombres, extremo que no arredró a Ibarreta. Los que le querían bien intentaron disuadirle, pero fue en vano. Tras construir dos chalanas sin proa ni popa, cajones cuadrados con troneras que impedían la navegación de vuelta atrás en caso de que pintasen mal las cosas, partió de Colonia Crevaux un 23 de junio de 1898.

“Mi expedición es, en chico, a lo Hernán Cortés: no puede materialmente retroceder”, decía en la carta de despedida que envió a uno de sus amigos. Junto a Ibarreta viajaban su compadre, el aragonés Martín Beltrán, y ocho peones, añadiéndoseles a última hora un joven llamado Manuel Díaz y dos indias tobas que les sirvieron de intérpretes en las primeras jornadas de navegación.

Lo que aconteció de allí en adelante cabe en una palabra: desastre. Fuertemente armados con rifles Winchester, pistolas y bombas de dinamita, los exploradores descendieron el Pilcomayo enfrentándose a una naturaleza hostil. Crecidas, tormentas, sed y hambre fueron sus principales enemigos. También se enfrentaron a los indios, pero sin derramar sangre: bastó con utilizar cohetes de feria y voladores para amedrentarles y mantenerles alejados.

Luego, el río comenzó a asesinarlos. Los testimonios de exploradores anteriores hablan del Pilcomayo como de un río cruel. Las chalanas quedaron embarrancadas en una zona pantanosa. No había agua para seguir navegando, ni tampoco comida, dado que los exploradores hacía tiempo que se habían comido a los dos perros de la expedición. A la desesperada, Ibarreta mandó a sus hombres en busca de socorro. Él, testarudo, se quedó en las chalanas con un peón enfermo de malaria y el niño Díaz.

De lo que aconteció después, tenemos noticia por los dos únicos supervivientes de aquella expedición, los peones Florentino Leiva y Rómulo Giráldez. Contaron como durante tres meses vagaron perdidos por el Chaco. Sin comida, sin agua y sin ropa, víctimas de la debilidad y las diarreas, sus compañeros fueron muriendo uno tras otro. Ellos se salvaron de pura casualidad, tras encontrarse con los indios “mansos” de una misión anglicana. Para entonces ya habían comenzado a llegar rumores que decían que Ibarreta y sus compañeros habían muerto a manos de los indios, temiéndose que hubieran sido asesinados por los tobas, que tenían como costumbre decapitar y comerse a sus víctimas. En socorro de Ibarreta partieron numerosas expediciones militares, que al no encontrar los restos del explorador y sus compañeros, aprovecharon la ocasión para matar indios, cuando no para capturarlos y venderlos para su exhibición en circos europeos.

Finalmente fue un millonario masón argentino, don Juan Canter, quien sufragó los gastos de la expedición que recuperó los huesos de Ibarreta. Carmelo de Uriarte, amigo del explorador, y un buhonero asturiano amigo de los indios, José Fernández Cancio, dieron con sus restos y erigieron una cruz en el lugar donde le mataron a golpes de macana. Luego, la vegetación y el olvido sepultaron su tumba. Fue Baroja y sobre todo Blasco Ibáñez quien 10 años más tarde, en Argentina y sus grandezas, le calificó de “caballero andante de la geografía, paladín sin miedo y sin tacha de la ciencia, varón de heroicas acciones, cuyas hazañas hacen recordar a los hombres de los primeros años del Descubrimiento”.

“Ibarreta, el último explorador. Tragedia y muerte en su expedición por el río Pilcomayo” (Miraguano Ediciones), de José Antonio Díaz, acaba de ser publicado. 304 páginas. 26 euros.

domingo, 20 de julio de 2008

Recuerdos de Viajes ( Lucio V López 1.915 )


De París a Marsella
Marsella, 25 de diciembre de 1880.



¡Adiós a París! Es necesario partir y abandonar todos sus encantos antes de la Noche Buena, para no dejarse tentar de las subsiguientes que son siempre mejores. La mañana está fría y nublada, la estación de Lyon llena de pasajeros, todos en movimiento, cargados con sus mantas y sus sacos de noche. ¡Qué diablo! confieso que me cuesta dejar esta ciudad encantadora donde la vida brilla bajo todos sus prismas. Si la voluntad no fuera más fuerte que la tentación, yo me habría vuelto de la mitad del camino, porque llevaba no sé qué triste presentimiento de que aquel viaje iba a producirme un mal rato; pero la resolución, está hecha; no había como retroceder, y ¡adelante! ¡A Marsella, a Niza, a Italia!


Me instaló en el carruaje, cómodamente y el tren se puso en movimiento. Entre las nieblas de la madrugada, como amigos queridos que saludan a los que se van, apuntaban las torres afiladas del Trocadero y la bóveda majestuosa del Panteón. Sentimos una tristeza tan profunda los que nos alejamos en medio de la indiferencia completa de los que quedan, como cuando sabemos que nuestra ausencia deja un vacío profundo en los pocos corazones que nos aman y que laten por nosotros. ¡Qué extraño sentimiento experimenta el espíritu cuando en medio del desierto, nuestro dolor no encuentra un eco solo que responda a su grito! Nadie nos conoce, a nadie conocemos. Las relaciones de dos meses nos han dejado sin embargo profundos recuerdos, pero los que quedan están habituados a ver aparecer y desaparecer al viajero, como la imagen que se detiene un breve instante en el foco de una cámara obscura. Sólo el que pasa, siente, recuerda y sufre casi siempre.


Hacía yo estas reflexiones delante de mi compañero de viaje a quien vela por primera vez de mi vida, y cuya fisonomía me inspiraba la más profunda simpatía. Era un hombre joven, lindo, mozo, lleno de distinción; una de esas bellezas varoniles en que se admira al hombre en su conjunto de cualidades físicas y morales. A falta de amigos íntimos, ¡aquel extraño era el más simpático de todos los desconocidos!


Siguiendo mis hábitos británicos, el silencio por el espacio de las quince horas que son las necesarias para recorrer ciento setenta leguas que median entre París y Marsella. ¡El silencio! ¿Es acaso atroz como lo pintan los charlatanes? Para mí es el estado de más actividad para el espíritu. Todo el pasado, al más remoto pasado, se recorre con la memoria. Todo el porvenir se abre a nuestros ojos, triste o risueño, según el humor que reina. Se olvidan los malos ratos, se acarician con fruición los buenos, se hacen castillos en España, se conciben proyectos, se sorprenden ideas, se inventan frases, y se devora el tiempo que transcurre como si la vida se deslizara lentamente. Cuando nos encerramos dentro de nosotros mismos y pensamos, ¿quién puede decir que la soledad no es una amiga cariñosa?


En este viaje he abarcado toda mi existencia y la he vuelto a recorrer; una, dos, cien veces. ¡Son los más los buenos recuerdos que los malos! Si es cierto que la vida de cada hombre, es un poema, la mía, lo confieso, no es de los más tristes. Pensemos y pensemos siempre. Tengo por delante un tema precioso para mis divagaciones silenciosas. ¿Quién es este hombre que me acompaña?


Es un hombre feliz indudablemente. Es un estudiante que regresa a Marsella con la intención de volver de inmediato a París. Ha dejado su novia en el alegre quartier de la Sorbona, y va a visitar a sus viejos padres, dos buenos provenzales que lo aman porque es su único hijo. Su novia lo ha acompañado seguramente hasta la estación, y se han despedido con ternura. La mañana está triste como todas las mañanas de la partida y el compañero de viaje se halla envuelto por el hálito de una plácida melancolía. Es un estudiante de medicina: tiene treinta años, es inteligente, ha dado brillantes exámenes, va a ser un hombre célebre. Yo lo aprecio desde este momento, a pesar de no conocerlo y de no saber quién es. Pero así me lo he imaginado, y así lo consideraré, mientras informes más seguros que las presunciones, no vengan a contradecir los que yo mismo me proporciono.


Y tengo tan profunda confianza en mis observaciones instintivas, que cuando recuerdo hechos prácticos me llena de orgullo. Tiempo atrás, en Buenos Aires vi en un álbum dos retratos de personas que no había conocido jamás. Hace un mes, recorría París y en las calles d'Anjou y St. Honoré hallé dos señoras: -«esas son las damas del álbum»- me dije, y salté del carruaje y las detuve, seguro de no haberme equivocado. ¡Eran ellas, en efecto! Ahora quince días, en otro álbum del Havre, se me mostró el retrato de una linda muchacha de Marsella. Llego a Marsella y en la calle Breteuil, la primera persona que veo es el original del retrato. Salto otra vez del carruaje y detengo a mi linda conocida, que se queda estupefacta creyéndome un galanteador a boca de jarro. Pero la nombro, me explico ¡y otra vez había acertado! Los dos incidentes son rigurosamente exactos.


Mi compañero del tren es seguramente la persona cuyas condiciones acabo de asegurar. Me ha observado él a su turno y se ha permitido hacer sus reflexiones sobre mi humilde persona; pero ellas no son tan favorables como las que yo he hecho de la suya. Se encuentra incómodo con mi compañía. Desearía estar solo, completamente solo en el vagón para disponer de todas las libertades que disminuyen las incomodidades de un viaje. Yo a mi turno, provoco mentalmente una conversación amistosa; le digo que me trate con confianza, que se acueste a la bartola, si no quiere admirar la poética campaña que atravesamos, el Sena que se pierde entre los árboles despojados de su follaje; lo invito a que fume, le hablo, le digo quién soy, le pregunto quién es, confirmo mis suposiciones, cambiamos nuestras tarjetas, nos damos la mano, nos abrazamos, nos hacemos grandes amigos, me invita a su casamiento, me muestra el retrato su novia, me dice su nombre, Laurence, Silvia, Emelina, -uno de esos nombres imaginarios- juramos, en fin, no separarnos jamás. ¡Decide acompañarme a Buenos Aires y establecerse allí! Y... ¡ni mi compañero ni yo hemos desplegado los labios!


A las cinco horas de viaje tocamos en Macon. Pronto entramos en las dulces y queridas campañas del Allier, donde hemos pasado tantos alegres y tristes días con Carlos Marenco en el mes de agosto. Si mi amigo las viera en los momentos que las vuelvo a cruzar, estoy cierto, que a pesar de las nostalgias que ha sufrido en ellas, ¡avivaría en su memoria los buenos y los malos recuerdos que tienen para nosotros! La Villa Hombourg está sola en estos momentos todos la han abandonado menos el comandante Jung, que como buen soldado no deserta nunca de su puesto. Los plátanos de la rue Lucas están secos y tristes. Los pobres moineaux que nos saludaban desde sus copas todas las mañanas, se acercan a la puerta de calle a buscar las mijagas del buen pan de Vichy, pero nadie los socorre, y se retiran envidiando la suerte de los hombres y quejándose de su indiferencia. La margen del río está triste y solitaria. El parque parece abandonado para siempre. ¡Ah! ¡El invierno! ¡todo se va, todo concluye con el invierno! Y sin embargo, las últimas vibraciones de la orquesta del casino suenan en mi oído; y a pesar de la rapidez con que vuela el expreso, la memoria restablece los recuerdos del pasado verano, ¡y pienso con sentimiento que tal vez sea la última ocasión de mi vida que contemplo estos lugares!
Mi compañero de viaje parece impresionarse con mis mudas reflexiones. Él también observa la campaña con encanto. Pero ¿quién puede prescindir de mirar la campaña francesa, aún en el mes de diciembre, cuando el cielo está gris y el suelo cubierto de nieve?... ¡Oh dulce Allier! ¡Cuántas tardes, sentados en tus márgenes, o bogando en tus aguas, hemos hecho profundas y tristes reflexiones con el amigo que fue mi compañero de Vichy! Las alegres y mimosas enfermas han volado a París, y recuerdan el pasado verano envueltas entre pieles, abrigadas como las flores tropicales de un invernáculo, por el tibio ambiente de sus salones. Otras, respiran en Niza, en Cannes y en Mónaco las auras calientes del Mediterráneo. Vichy ha muerto con la primavera y el verano.


Cuando llegamos a Lyon ya era de noche. Ni mi compañero de viaje ni yo habíamos despegado los labios. Fue necesario cerrar los libros y mirarnos cara a cara; nos faltaban cinco horas todavía, y me propuse dormir para matar el tiempo. Un sueño dulce y benéfico tendió sus alas sobre mí, y cuando me desperté estábamos en Marsella. Mi compañero no había cambiado de posición. Era un hombre de hierro.


Comprendo la pasión de un parisiense y más la de una parisiense, que casi siempre es fantasista, por ver el mar. Yo he estado encerrado por dos meses sin verlo, y en el momento de llegar a Marsella, es la mar la que despierta todas mis curiosidades. El tren la ha costeado, antes de penetrar en la gran ciudad. La luna la alumbra en un cielo azul y diáfano. Me parece ver el Río de la Plata desde las barrancas de los Olivos, y la ilusión sería completa si el aliento marino no viniera impregnado de ese perfume singular que sólo se respira en las costas de océano.


¡Marsella! He visto en sus calles, en su puerto, en sus plazas, todo lo que la imaginación había soñado ¡Qué, sol, qué luz, qué fuego!» -puedo decir como el poeta. La mar está en calma; desde la muralla del Nôtre Dame de la Garde, toda la ciudad se agrupa alrededor de sus docks; las velas latinas de los pescadores infladas por los vientos favorables de la Provenza circulan el puerto, buscando los cardúmenes de peces que con la marea baja emigran mar afuera. Allá, las islas que defienden la entrada del puerto. En el siglo XIII las galeras aragonesas lanzaron sus balas de piedra sobre ellas. Todas las antiguas naciones cristianas y musulmanas que ocupaban las márgenes del Mediterráneo, codiciaron por siglos a Marsella. Ese puerto en que se amarran hoy los grandes vapores que vuelven de la India, que van al Oriente, a Egipto, a Siria, debió presentar un extraño aspecto en los tiempos en que Génova y Venecia, una sobre el Mediterráneo, la otra sobre el Adriático, atraían hacia ellas todo el comercio oriental. Busco en los docks de Marsella las barcas argelinas, que después de haber saqueado las costas, desde Chipre hasta las Baleares, calzan la amarra y negocian sus ricos cargamentos. ¡El marfil, la púrpura, el oro y la mujer! Se piensa en los felices piratas que nos pinta Boccacio en sus cuentos maliciosos, y a cada momento creemos que puede aparecer el Infiel de Byron vestido con todo el lujo deslumbrador del Oriente y adorado por un grupo de cautivas griegas e italianas.


Me acerco a la playa. ¡Qué animación la de los grupos de pescadores que vuelven del mar! Se habla el provenzal en toda su legítima pureza y con ese peculiarísimo acento que marca enérgicamente la palabra, y que sólo saben modular los labios gruesos y elocuentes de las paisanas de estas costas. ¿Nunca os habéis acercado, en los puertos o en las costas del mar, a la borda de la barca pescadora que acaba de fondear? Para conocer el pueblo bajo de la gran capital marítima de la Provenza, no hay nada como arrimarse a la muralla del Viejo Puerto en que se amarra uno de esos barcos. La mujer y las hijas del pescador del golfo de Lyon, antes de dar la bienvenida al padre y a los hermanos que han pasado la noche recogiendo constantemente los espineles, echan una ojeada curiosa al fondo de la barca, y cuando la ven rebosando de pescado, bendicen al mar y gritan de alegría, mientras los tripulantes contemplan satisfechos el gozo de la familia. En un instante, los canastos están llenos de turbots y de merluzas y una banda de mujeres remonta la gran calle de la Cannebière pregonando la mercancía, cuyo sabroso [404] aroma marino, acaba por ser insoportable. ¿Y los puestos de ostras y mejillones? Una media docena de parroquianos, agrupados delante de la vendedora, devoran incesantemente esas pequeñas pero sabrosas marennes vertes, que hacen en París las delicias de las cenas nocturnas del Café Riche. ¡Qué movimiento, qué charla, qué debates entre estas señoras del mercado de mariscos! Ni bajo de la muralla del Hotel de Rubión en la playa marsellesa, el mar produce y alimenta ostras más ricas que las que abren y brindan las comadres provenzales de las calles.


¡Qué espléndida y qué bella es la naturaleza a medida que huimos de la zona en que reina el invierno! ¡Qué teatro tan grande han hecho de ella las dos más brillantes poetas del septentrión! ¡Si Shakespeare no hubiera contado con el Adriático y el Mediterráneo, Otelo no hubiera sido concebido con todos los grandes prestigios con que entra en la escena de los personajes inmortales! Lejos de la Grecia y de las islas perfumadas del mar Jónico, Don Juan se habría vuelto misántropo y trivial. Por eso nos inunda la alegría cuando asomamos la vista por Marsella, aturdidos todavía por los ruidos ensordecedores de los boulevards de París, donde los hombres viven la vida artificial de las grandes capitales, donde el calor del carbón restablece el verano en los salones, y el invernáculo nos proporciona esas bellas pero insípidas y malsanas frutas que el arte lleva a las mesas de los ricos.


Buscamos el verano como las golondrinas, y toda la Europa lo busca con nosotros. Buscamos ávidos en la costa las playas de Cataluña y Aragón. Cuando costeamos el espléndido camino de la Corniche, los ojos buscan en la línea del horizonte las costas africanas. La ola pesada y perezosa que se envuelve y desenvuelve en la playa, repite el eco de la que bate las márgenes opuestas, modulando la eterna armonía de las aguas. Aunque agrias y las ondulaciones alpinas que rodean a Marsella, ¡cuánta novedad dan al paisaje cuando en sus picos reflejan los últimos resplandores del sol que se sepultan en el mar!


Es vieja, de cierto, la leyenda de Edmundo Dantés con que Dumas sorprende todavía y sorprenderá siempre el espíritu de la juventud fácil y sensible a mis emociones de lo romancesco. Si ahora, quince años hubiera tenido la dicha de pisar las playas de Marsella, y el primer marinero, con voz ronca y ademán sombrío, tomándome del brazo me hubiera señalado el castillo de If, que se levanta sobre el negro y romántico peñasco, la palabra se me habría cortado entre los labios, y habríamos parecido ver levantarse sobre sus murallas el espectro imponente del abate Faria. He aquí un islote desnudo y árido que ha sido digno de un poema popular que lo ha inmortalizado para siempre, y que no puede contemplarse sin avivar las escenas extraordinarias con que el autor del Montecristo presentó aquellas aventuras dignas de los cuentos de la corte de Harun-Al-Raschid.


Entraba ayer al Prado, de vuelta de la Cornicche, con una numerosa comitiva de compatriotas, todos alegres con el cielo azul y el buen sol de Marsella, cuando de pronto vi llegar hacia mí un hombre que hizo detener el carruaje y me tendió los brazos. Su fisonomía me era conocida, pero no me fue posible recordar instantáneamente dónde y cuándo lo había visto. Fue necesario dejarme abrazar con efusión y abrazarle también fuertemente, sin darme cuenta de aquel desahogo generoso. Al separamos, porque no era posible permanecer eternamente estrechados en la calle pública, reconocí en él a mi compañero de viaje, a mi taciturno compañero de viaje de París a Marsella. Mis lectores se habrán olvidado de él, lo que no es extraño, porque yo también lo había olvidado y no pensaba volver a mencionarlo.


-¡Oh mi salvador -me dijo- mi salvador! -y se lanzó de nuevo en mis brazos con los ojos llenos de lágrimas. Estaba a obscuras completamente de las causas de aquella espontánea gratitud.
-¡Sí, ustedes mi salvador! Cuando tomé el tren de París para Marsella el otro día, traía el propósito firme, de suicidarme durante el camino; busqué en vano un compartimento desocupado y no me fue posible encontrarlo. El más vacío era el que usted ocupaba...
-¡Gracias!
-¡Oh, perdone usted!... ¡Cuánto me incomodaba usted! ¡Creí que usted bajaría en Macon, en Dijon, en Lyon, en Avignon al menos! Pero usted seguía, seguía siempre imperturbable. Hubo un momento en que usted dormía profundamente y pensé que era el más oportuno para volarme los sesos, pero ¡temí tanto comprometerlo!... Habría usted caído en el acto en manos de la policía y todas las presunciones lo habrían sido desfavorables.
-¡Caracoles! -dije yo para mí mismo y miré aterrado el castillo de If.
-Ahí tiene usted la razón por la que no me suicidé. Llego a Marsella y la primer noticia que recibo es que el Rhone, con todo su cargamento, ha arribado a Livorno. ¡No había naufragado el Rhone! Si el Rhone hubiera naufragado, como me lo habían dicho, yo era hombre perdido, y entre la deshonra y la muerte habría optado por esta última.
-Pero ¿usted no es estudiante... no está de novio, no va a casarse en breve?
-¡Ah, no, señor!; yo me ocupo del comercio con la costa de África -me contestó mi desconocido, con la más profunda de las satisfacciones.


Esta vez mis cálculos habían dado fiasco. Mi estudiante era un simple agente del cabotaje del Mediterráneo y yo había imaginado un idilio. Si aquel nabab de octava clase no hubiera tenido un poco de mayor consideración por mí, a estas horas estaría yo pasando momentos poco agradables.
Saludé a mi compañero, y le hice presente mis disculpas por haber sido tan importuno en nuestro viaje.

viernes, 11 de julio de 2008

Por Nemesio Barreto Monzón.

Impresiones e imprecisiones de la periodista sueca Ida Charlotta Bäckmann. Como corresponsal del Stockholms Dagblad (La Hoja de Estocolmo), que era a principios del pasado siglo uno de los diarios más importantes de Suecia, Ida Bäckmann llegó a Paraguay en 1908, en vísperas de la revolución del 2 de julio, encabezada por el coronel Albino Jara. Ida Bäckmann reproduce en su relato afirmaciones tan imprecisas como carentes de objetividad, que ella pone en boca de “interlocutores” no identificados. Y era previsible que así fuera, pues llegó a Paraguay en una época de ferviente “antilopizmo”.

Hace veintena de años, revisando el catálogo de obras de Berzelius -padre de la química moderna-, encontré en la Biblioteca Real de Estocolmo el libro Blodiga dagar i Paraguay (Días sangrientos en Paraguay), de la escritora sueca Ida Charlotta Bäckmann. Este es un relato de viaje en él que la autora cuenta los detalles de una corta estadía en Paraguay en 1908. De los seis relatos de viajes publicados por la editorial Norstedt & Söner en 1910, “Días sangrientos en Paraguay” fue el más vendido. Sin embargo, pese al éxito que en su tiempo había tenido, según periódicos de la época, nadie más volvió a mencionar este libro en los últimos setenta años, por lo que me pareció importante rescatarlo de tan prolongado olvido. Ida Charlotta Bäckmann nació el 19 de febrero de 1867 en la pequeña localidad sueca de Åmal, situada a orillas del lago Vänern. Además de excelente periodista y de maestra rural, que también fue durante buena parte de su larga vida, se le reconoce una gran versación en lenguas europeas. De sus viajes por África, Rusia y Sudamérica, dejó testimonios en una serie titulada Farliga färder och roliga (Viajes peligrosos y divertidos), que incluye el relato sobre Paraguay. A Ida Bäckmann se la menciona con frecuencia por su amistad con dos grandes figuras de la literatura sueca: el poeta Gustaf Frödin, sobre quien escribió una polémica biografía en 1913, y con Selma Lagerlöf, escritora sueca laureada con el Premio Nobel de literatura en 1909. Aunque debe su fama a los relatos de viaje que escribió, Ida Bäckmann es también autora de otras obras igualmente memorables, publicadas en la década de 1940.
Muere en un hospital de Ramsberg, el 21 de enero de 1950. Como corresponsal del Stockholms Dagblad (La Hoja de Estocolmo), que era a principios del pasado siglo uno de los diarios más importantes de Suecia, Ida Bäckmann llégó a Paraguay en 1908, a bordo del vapor “Asunción”, en vísperas de la revolución del 2 de julio, encabezada por el coronel Albino Jara. Antes de emprender su viaje a Asunción, el diario La Prensa, de Buenos Aires, le entregó una carta de recomendación para Adolfo Riquelme, uno de los fundadores del periódico El Diario. Ida Bäckmann reproduce en su relato afirmaciones tan imprecisas como carentes de objetividad, que ella pone en boca de “interlocutores” no identificados; y era previsible que así fuera, pues llegó a Paraguay en una época de ferviente “antilopizmo”. No obstante, ella conoció y tuvo igual trato tanto con el Dr. Cecilio Báez como con Don Enrique Solano López, quienes militaban en causas contrarias, en cuanto se refiere al juicio histórico sobre el Mariscal López. Y pese a que con Don Enrique López volvería a encontrarse en Buenos Aires en 1910, en la redacción del diario La Prensa, prevaleció en su relato la causa defendida por el Dr. Cecilio Báez.
Tampoco en la capital argentina la opinión pública le era favorable a López y a Madame Lynch. Pero, circunscribiéndonos al ambiente intelectual del “novecentismo” paraguayo, puede decirse que los defensores de López constituían una excepción. Por último, y sólo para constatar un hecho, la reivindicación oficial de López se produjo recién en 1936, durante el gobierno del coronel Rafael Franco. Casi dos décadas más tarde, en agosto de 1954, el presidente Argentino Juan Domingo Perón, devolvió parte de los trofeos de la guerra. Asimismo, en 1975, el entonces Gobernador de la Provincia de la Rioja, Carlos Saúl Menen, después presidente de la República Argentina, devolvió el mobiliario que perteneció a Solano López. En cuanto al título de este fragmento traducido al español, el mismo obedece a que en el relato, y en la vida real, las aventuras y desventuras del Mariscal y su compañera Madame Lynch son inseparables. SOLANO LÓPEZ Y MADAME LYNCH (FRAGMENTO) Si quiere evitarse problemas, aquí debe cuidarse en no meterse ni en amores ni en política. Los paraguayos son mansos como corderos y en ninguna parte puede estar más segura su vida y sus bienes que en este país si usted, por decirlo así, no juega con esos dos extremos. Tiene usted alguna razón para creer que yo caeré en la tentación de hacerlo? pregunté sorprendida. Nada es imposible que no pueda suceder, opinó él. Cuando el joven bailaba con usted sobre el poncho, eso significa que a usted la ponía por encima de todos los presentes. Si, lo creo sin reservas, interrumpí yo riendo. Al joven le di 10 pesos y una botella de vino por alquilarme su bote ayer y seguramente, eso espero, que no será la última vez. Ojalá que sea así, dijo él, yo traje esto a colación por su amistad con Don Cecilio(Dr. Báez), el hombre más importante dentro del partido liberal y más aún por el interés que usted muestra por Don Enrique Solano López(1), hijo del antiguo dictador de este país. Empiezo a entender lo que usted me quiere decir. Así que usted cree que yo quiero ganarme la popularidad, sondeando el ambiente, que soy la enviada de algún partido; en suma y sencillamente que soy una espía. (....) En los primeros tiempos de la república el país alcanzó un elevado bienestar y un gran desarrollo en todo sentido, si bien era gobernado con mano de hierro y por tiranos tales como el doctor Francia y Carlos Antonio López. El primer telégrafo y las primeras vías férreas se tendieron en Paraguay. El país tenía un poderoso ejército y una marina de guerra con 10 buques; tenía sus propios buques a vapor, construidos en los astilleros nacionales y comandados por tripulaciones paraguayas.
Comenzó así un intercambio comercial directo con Europa. La pobreza no existía y el país carecía de deuda pública. Había orden y seguridad en todas partes. En un país extrañamente afortunado se convirtió en regente, para desgracia de este país, Francisco Solano López, padre de su amigo Enrique López. Cuando se reflexiona sobre el curso de los acontecimientos, uno queda asombrado, que el orgullo y el desvarío de un solo hombre llevara el germen de la ruina de miles y miles de personas. Ya su padre aspiraba con llevar la corona imperial (2). Brasil, el gran vecino, era un Imperio, por qué Paraguay no podría tener derecho a esta dignidad? Una especie de globo sonda fue lanzado y en él algunas de las “criaturas” de Carlos Antonio López, ofreciendo, incluso “implorando” al dictador para que aceptara la corona imperial(3) de su agradecido pueblo, pero igual que César creyó más inteligente rechazarla, transmitiendo a su hijo, por sucesión testamentaria, el pensamiento imperial. Al morir su padre en 1862, Solano López asumió el poder. No fue electo por sus brillantes cualidades de mandatario. Todo lo que de él se sabía se reducía a que era cruel, cobarde y extremadamente haragán. El Congreso, domado para obedecer la seña más insignificante de Carlos Antonio López, aceptó la propuesta por él presentada y ni siquiera se discutió que el país bien podía merecer algún otro. Con su afirmación parece que usted está insinuando que los paraguayos carecen de capacidad para el discernimiento moral. En este sentido, el discurso de la obediencia ciega me parece muy débil, su alegato demuestra un grado de sumisión mucho más profunda, dije yo. Puede, con razón, parecer enigmático en un pueblo tan inteligente y orgulloso como este, pero tenga en cuenta que durante siglos los paraguayos fueron educados en la ciega obediencia a los jesuitas; si, se puede hablar de una obediencia casi religiosa. Después de este imperio teocrático (4) no era muy difícil para un hombre enérgico erigirse en autócrata. Los paraguayos obedecían a sus gobernantes como los hindúes a sus sacerdotes. Carlos Antonio López, que conocía el valor de la educación, contribuyó en enseñar a su pueblo, como ha expresado un historiador, la lealtad y la tenacidad: Paraguay es invencible, puede ser aniquilado por un ejército superior, pero obligarlo a someterse jamás. Para Solano López no era ningún secreto estas extraordinarias cualidades de este pueblo que a él le tocó gobernar, pero en vez de aplicar estas cualidades para el bienestar y gloria de la patria, las utilizó de forma tal que con todo derecho sea llamado el Nerón del siglo XIX. Carlos Antonio López había enviado a su hijo a estudiar en Europa, y el joven Solano López prefirió París para completar sus estudios (5). Soñaba con ser Napoleón y como era de mediana estatura, vio en esta circunstancia un signo inequívoco de que él habría de ser para América lo que Napoleón ha sido para Europa. Para que el mundo tuviera un claro anticipo de la misión que debía cumplir, trató por todos los medios a su alcance de parecerse, en su aspecto exterior, a su pretendido predecesor. Se vestía tal como él había visto a Napoleón retratado en los cuadros; se peinaba como él y trataba de imitar la manera de hablar y los modales característicos de Napoleón. En París se encontró con el genio maligno del Paraguay, la bellísima y encantadora Madame Lynch (6) Yo agucé mis oídos. Enrique Solano López me ha hablado de su madre muy superficialmente, pero los términos por él empleados inspiraban hacia ella un profundo amor y respeto. Alguien me había contado que el nombre Madame Lynch era maldito en Paraguay y por eso no quise darle a Don Enrique ningún motivo para traerla a colación. Conoce usted la historia de Madame Lynch? pregunté. Muy fragmentariamente. Ella era inglesa de nacimiento, creo, pero hacia los dieciséis años de edad estaba casada con un acaudalado inglés (7). No se está completamente seguro si ya entonces dominaba el arte de sacarse de encima a las personas molestas, pues, algunos meses después de su casamiento quedó viuda (8). Lo que ocurrió a continuación tampoco me es muy familiar, sólo que algunos años más tarde, como esposa de otro hombre, llevaba una vida extravagante en París. El pobre hombre parece haberle hecho vehementes reproches por la humillación que ella le causaba con su licencioso comportamiento. Pero ella no tenía vergüenza, solo avidez por el placer y la aventura, y como esto no encontraba en su matrimonio, escapó, dejando su casa y a su marido. Poco después Solano López la vio actuar como bailarina, quedando embrujado por su belleza. Con el dinero que extorsionó a su padre desde Paraguay, llevó en París una vida regalada, y Madame Lynch, presintiendo que el gordito, feo pájaro sudamericano, podía poner para ella los indispensables huevos de oro, se convirtió en su amante y lo acompañó a Paraguay (9). La idea fija que López tenía de ser una reencarnación de Napoleón, ella atizaba en toda oportunidad, y las oportunidades se dieron con frecuencia. Ella le decía que le acompañaría en las buenas y en las malas, como la Josefina de Napoleón, hasta los pináculos de la gloria. Por tanto, cada uno ya se había adjudicado su propio rol y antes de abandonar de París eligieron juntos la corona (10) que habría de adornar la cabeza del autócrata paraguayo. Los rumores de la vida disoluta de Solano López habían llegado a Asunción; sin embargo, igual trajo consigo a su aventurera amante, y exigía el mismo respeto hacia ella como si fuera su legítima esposa. Esto último, más que cualquier otra cosa, era lo que causaba indignación y horror en las familias patricias del país. Madame Lynch, esta descarada mujer, que perdió a su marido, era adicta a todos los vicios imaginables, y ahora que vive en un odioso concubinato con el futuro dictador del país, con toda seguridad ocupará un puesto privilegiado en los círculos de mujeres y exigirá ser cortejada por honorables damas. Este pensamiento despertó la irritación más vehemente en las orgullosas damas españolas y decidieron emplear todos los medios para impedir que una vergüenza tal recaiga sobre ellas.
Se dice, si es verdad no lo sé, que cuando el barco de Solano López y Madame Lynch llegó al puerto al puerto de Asunción las damas de la sociedad paraguaya se juntaron en el puerto con el objetivo conseguir un barco si a la “inglesa” se le permitía bajar a tierra. Fue así que se le impidió a Madame Lynch (11) entrar en Asunción; el barco dio vuelta y, si mal no recuerdo, Solano López la acompañó hasta Argentina. Los sentimientos de Madame Lynch, al impedírsele bajar a tierra, es fácil de imaginar, de modo que a la afirmación de que entonces juró vengarse de Paraguay, por la humillación que sus mujeres le habían causado, parece tener buen fundamento. Si fue así que ocurrió, dios sabrá, pero mantuvo inalterable su juramento. En consonancia con el sueño imperial, también el viejo López había madurado el deseo de un vínculo matrimonial entre su hijo y la hija de Don Pedro II. Esto daría más nimbo a la familia y al mismo tiempo aseguraría al hijo y a la familia la posesión de la corona imperial (12) Este plan no parece haber encontrado oposición en Madame Lynch, sino, al contrario, fue fervientemente apoyado por ella. Si la razón de esto fue que su casamiento en París le impedía contraer matrimonio con López o porque en el supuesto de que “fracasen” en Paraguay, ella no quería estar unida a él por vínculos legales, no lo sé. Lo cierto es que ella era consciente de su gran poder sobre él, de modo que en ningún momento dudó que él sería siempre un fiel instrumento de ella, aunque todos los emperadores del mundo y sus hijas intentaran impedirla. Con la táctica de Napoleón, de una auténtica María Luisa de Austria a la vista, decidió Solano López que su padre solicitara en su nombre la mano de Doña Isabel (13). La respuesta fue un rotundo no. Esta derrota indignó profundamente a padre e hijo, y Madame Lynch se esmeró porque la indignación del segundo no se extinguiera. Cuando Solano López sucedió a su padre en el poder, se mudó con Madame Lynch a Asunción (14), donde esta notable pareja vivió en un lujo desmedido. Por ese tiempo tenían tres o cuatro hijos, para cuya educación fueron empleados los mejores maestros (15). Se dice que Enrique Solano López tuvo como maestro al médico sueco Eberhard Munck af Rosenschöld (16), intervine yo. Parece que él lo apreciaba muchísimo y me contó que este compatriota mío estaba enterrado en la localidad de San Bernardino. Si el doctor Rosenschöld viviera o si por lo menos se encontraran sus papeles (18), se obtendría con seguridad importantes datos sobre este interesante período. De eso no cabe ninguna duda, dijo mi acompañante y a renglón seguido se puso a hablar del dictador. Cuando Solano López se convirtió en dictador no le pareció bien que el país por el que llevaba el cetro tuviera limitados recursos. No debía haber fronteras para su territorio e inmensa debía ser su fortuna. El -o tal vez Madame Lynch- tenía un agudo sentido del arte y ardientes deseos de embellecer Asunción en su aspecto arquitectónico. Espléndidos palacios empezaron a construirse, uno tras otro, en la capital, y las más encantadoras casas de recreo en las afueras. López puede ser odiado, incluso odiarlo tanto como él se merece, pero el honor de haber construido el hermoso Palacio de Gobierno y elegido su excelente ubicación en una meseta del puerto, esto nunca se le podrá quitar. Incluso el gran teatro que está sin terminar, construido a semejanza de la Scala de Milán y al que hoy con sonrisa burlona se le da la espalda, produce, al menos en el extranjero, una fuerte impresión. Concedamos que estos edificios están allí como un incontrastable testimonio del delirio de grandeza de López, pero la belleza de las construcciones adquieren valor por sus propios encantos. En consonancia con sus derechos soberanos, y el de su familia en Paraguay, empezó a construir un majestuoso mausoleo (18) para la regente familia López. Está sin terminar, tal como puede verse, en su enorme cúpula crecen hiervas y plantas silvestres se entremezclan entre los ladrillos rojos del muro. Su interior se emplea como establo. Durante esta fiebre de las construcciones creció en él la indignación por aquel rechazo en la petición de mano y aguardaba, como una araña en su red, la ocasión de mostrar a Sudamérica a quién Brasil se había atrevido a ofender. Tal ocasión creyó que se le presentaba cuando Brasil se enemistó con Uruguay. López se ofreció a mediar sin que nadie se lo pidiera y fue fríamente rechazado. Esto lo impulsó a cometer los actos más insensatos, uno tras otro, hasta que finalmente se vio involucrado en una guerra con Brasil, Argentina y Uruguay, que integraron una Triple Alianza para destruir el notable gobierno de López. Ya en vida de su padre, López había dado muestras de su total ineptitud como militar, y durante toda la guerra, que entonces comenzaba, tal ineptitud tomó forma fatídica. No hablemos ya de la ejecución de los planes, pues se cometieron graves errores estratégicos. Los paraguayos lucharon como leones, pero sólo para ser carneados, más tarde o más temprano, por un enemigo superior. El mismo López desarrolló toda la brutalidad de su naturaleza animal. Los extranjeros residentes en el país sufrieron asesinatos en masa, sean hombres, mujeres o niños, y sus propiedades pasaban a formar parte de los bienes del Estado. Se introdujo la tortura como método para obtener falsos testimonios y dos terceras partes de los habitantes del país murieron en las más crueles circunstancias. Todo esto ocurrió con el insensato pretexto de que la patria así lo exigía, que la lucha no cesaría hasta que el último enemigo no fuera aniquilado. Paraguay no tenía enemigos, su valentía despertaba tanta admiración como aversión despertaba el egoísmo y engreimiento sin límites de López. Pero como él encarnaba al Estado, su pobre pueblo tenía que expiar lo que él había comenzado. La cualidad que antes que cualquier otra caracterizaba a López era su crueldad casi inhumana y su cobardía desmedida. Durante toda la guerra no participó en ninguna batalla, no, ni siquiera en una esgrima. Temblando de miedo, deplorable, por perder su preciosa vida, se mantenía a una distancia segura de las balas enemigas; no se atrevía ni a asomarse allí donde su pueblo fiel ofrecía su vida y su sangre por una obstinación suya. Su principal interés se centraba en la protección de su sagrada persona y en el campamento siempre se tomaban primero las medidas de seguridad para él y los suyos. Allí se construían -pero lo más lejos posible del enemigo- murallas suficientemente gruesas para protegerlo de los cañones enemigos, y dentro de éstos, cómodas tiendas de campaña para que el tirano y su corte pudieran vivir tranquilos. El trabajo, el esfuerzo y el costo que esta “Corte de Campaña” requería a él le importara un ápice. El ordenaba y se le obedecía. López le tenía un miedo descomunal a las balas, le temblaban las piernas y le castañeaban los dientes apenas oía un tiro de pistola y en tales ocasiones le era totalmente indiferente que se rieran de él o la compasión que su ridículo comportamiento inspiraba.
MADAME LYNCH Madame Lynch se regocijaba en ese valle de lágrimas al que había sido abandonado el pueblo paraguayo, que alguna vez fue tan arrogante con ella; y hoy se sabe con certeza que la mayoría de los dolorosos castigos, las penas de muerte y las crueles ejecuciones, efectuadas por orden del dictador, procedían de ella. Madame Lynch era, además, una mujer de notable sentido práctico y sabía sacar ventajas, en beneficio propio, a cualquier circunstancia. Después de cada batalla iba ella al campamento de los soldados y persuadía a la tropa, más con astucia que con amenaza, para que a cambio de billetes paraguayos de ningún valor le entregaran todas las monedas de oro y las joyas que los soldados obtenían en los saqueos. Como tributo de guerra obligaba también a las damas paraguayas(19) a despojarse de sus anillos y ornamentos para después lucirse ella misma con esas preciosas joyas familiares. Tiempo después, cuando esta honorable pareja se encontró en posesión de innumerables objetos de valor, cuando todavía los podía transportar, los depositaban en lugares seguros, a menudo enterrándolos en lugares desconocidos. Para que estos secretos no fueran conocidos, se tomaron las mismas medidas de precaución que los visigodos, al ocultar la tumba de Alarico (20), es decir, ejecutado inmediatamente a los soldados que habían participado en el entierro del tesoro(21). Pero también por otros medios sabía procurarse dinero esta Madame Lynch sedienta de oro. Un médico inglés (22), quien en su calidad de maestro estuvo en su casa en repetidas ocasiones y al que se le consideraba como amigo de la familia, recibió un día la orden de presentarse ante Madame Lynch. Ella parecía estar fuera de sí, tenía dificultad para articular las palabras, dificultad para expresarse. Tal vez se trataba de la vida de ella o de la de sus inocentes hijos, pensó el médico. Luego de varios ataques de llanto, por fin logró decir que López tenía planes de eliminar al doctor, y que aquel, guiado por una falsa acusación -de esto ella estaba segura-, quería encerrarlo ese mismo día en la cárcel. El doctor, sabiendo que a quien López encerraba en la cárcel no salía de allí sino para ser ejecutado, suplicó a Madame Lynch para que tratara de salvar su vida. No podría darle ella una oportunidad para escapar? Ella hizo un ademán desesperado, indicando que no. No había entonces ninguna salida que pudiera evitar su muerte? Hasta entonces a ella no se le había ocurrido ninguna salida, sollozó ella. De repente se calmó, visiblemente ella había resulto el enigma. Se podía sobornar al testigo para que retire su acusación. Lamentablemente, ella había agotado su fortuna en la guerra y que no podía ayudarlo con dinero, pero el propio doctor era un hombre rico. Si él le diera al menos 4.000 libras esterlinas en billetes, ella con gusto y sin riesgo arreglaría todo. Para salvar su vida, él accedió a su petición y con esta suma sobornó alegremente al testigo falso que no era otro que ella misma. Su poder sobre los hombres era realmente increíble cuando ella quería utilizarlos. Por intermedio de sus espías, supo ella que en los tres campamentos enemigos le habían echado ojo a sus operaciones financieras y que en la primera ocasión que se presentare, harían una revisión de los bienes que ella había acumulado. Para salvar sus bienes debía encontrar una manera camuflada de sacarlos del país. Esto era lo más deseable, pues comprendía que López no podría controlar la situación por mucho tiempo más, razón de más para salvar a tiempo sus pertenencias, antes de que los paraguayos la echen por segunda vez. Con su arte de seducción logró enceguecer al entonces ministro norteamericano en Paraguay, general Mac Mahon(23), quien a pedido del dictador aceptó la responsabilidad de sacar fuera del país y depositar en territorio neutral el tesoro de la nación, que equivale a decir que es el patrimonio privado de López. En siete carretas (24), adornados con banderas norteamericanas, fueron transportados el montón de objetos de valor robados por la pareja, abriéndose paso entre las tropas enemigas de los tres países, sin que se le presentara ningún obstáculo al transporte. Norteamérica era desde luego un país neutral y lo que estaba bajo la protección de su bandera nadie se atrevía a ultrajar con una inspección. (....) ¿Qué fue de la vida de Madame Lynch en Paraguay después de la muerte de Solano López? pregunté yo, interrumpiendo el largo silencio. (....) Bajo estrictas medidas de seguridad, ella, acompañada de sus hijos, fue llevada a Buenos Aires (25), y en esta metrópolis sudamericana vivió algunos años, sin que protagonizara alguna aventura digna de mención.
Posteriormente viajó a Francia, donde el tesoro robado le ha permitido llevar durante muchos años una vida aventurera, conforme exigía su avidez por el placer desmedido. Ahora bien, cómo terminaron sus días, no tengo informaciones confiables al respecto. He escuchado decir que después de llevar una vida disipada habría fallecido en París, y en la más extrema pobreza (26). Cómo puede ser que sus hijos sean tan pobres según todo indica que Enrique López es actualmente? pregunté. Que fue un hombre de gran fortuna se desprende de la costosa educación que recibió. A mí me dijo que había estudiado tanto en Berlín y París como en Oxford y que tuvo una biblioteca de enorme valor, de la que sus acreedores le fueron despojando (27). Enrique Solano López nunca pudo conservar dinero, dijo mi interlocutor. La fortuna se diluye en sus manos como la nieve bajo el sol. Se casó cuando era rico, y por entonces estaba lejos de una economía en ruina. Nadie sabe cómo gasta su plata, pues él no juega ni bebe, pero el dinero sale de su bolsillo sin retorno. Su suegra tuvo que ayudarle en repetidas ocasiones, cuando su situación económica era visiblemente desastrosa. Pero también ella se dio cuenta de que ayudarlo era tirar dinero en un barril sin fondo y que terminaría arruinándose ella misma. Por eso le dijo a su hija para que eligiera quedarse con sus hijos junto a su marido y morirse de hambre o abandonarlo e ir a vivir con ella.
La esposa eligió esta segunda opción (28). La hija mayor de Don Enrique tiene ahora dieciocho años (29) y es de una belleza más deslumbrante todavía que su abuela paterna (Madame Lynch). Notas 1. Enrique S. López (1859-1917) Hijo del Mariscal Francisco Solano López y de Elisa Alicia Lynch. Acompañó a su madre a Europa en 1870. Se casó en 1883 con la norteamericana Alexandra Maud, con la que tuvo dos hijas. Después de quedar viudo y fallecida su madre en Paris, regresó definitivamente a Paraguay en 1891. En 1900 fundó el diario “La Patria”. 2. La “corona imperial” fue una ocurrencia del Encargado de Negocios de Francia en Asunción, Aimé Chevalier de Cuverville; nombrado en marzo de 1867, se ofreció para mandar confeccionar por un orfebre de París una corona y una daga para el Mariscal López. A este respecto se puede mencionar que en la lista de trofeos de guerra, devueltos a Paraguay el 15 de agosto de 1954 por el presidente Argentino, Juan Domingo Perón, figura “un proyecto de corona en yeso”. Por otra parte, el 25 de mayo de 1867 se formó una “Comisión” para regalar una espada al Mariscal por el día de su cumpleaños (24 de julio), presidida por Escolástico Garcete y Abdón Molina.
Véase carta (27-05-1867) firmada por Juan E. Barrios y José M. Escalada. (El Semanario Nº 683). De la recolección de joyas iniciada por una “Comisión de Damas” en febrero de 1867, el Mariscal López sólo aceptó “una vigésima parte” para “acuñar la primera moneda nacional de oro”. Decía también “Yo no considero que la muger paraguaya que tantas pruebas ha dado de su amor a la patria, necesite hacer ostentación exterior de los colores que lleva impreso en su corazón, ni veo por qué haya de renunciar al uso de sus joyas”, Solano López al Vicepresidente Francisco Sánchez. Paso Pucú, 6 de septiembre de 1867. Con las donaciones, según el Decreto del 11 de setiembre de 1867, el Mariscal López ordenó que se acuñara monedas de oro, nombrando para tal efecto (Art. 2º) a “los ciudadanos Felipe Milleres, José Carmelo Talavera y José Valle”. Dos tipos de monedas de oro se acuñaron (Modulo 22 m/m, ambos); además, se acuñó una tercera que era de cobre. Véase: ANA, Vol. 352, 353 y 354. 3. Véase nota dos (2).
4. Hernández, Pablo, S.J. Organización Social de las Doctrinas Guaraníes de la Compañía de Jesús. Tomo II. Barcelona, España, 1913. Páginas 358-595. 5. Francisco Solano López (1826-1870). Fue enviado a Europa en misión diplomática. Estuvo en París entre el 16 de diciembre de 1853 y el 14 de marzo de 1854; el 18 de enero de 1854 López fue recibido por Napoleón III. Después de visitar otros países europeos, López volvió a París el 5 de Julio de 1854. Desde esta fecha hasta el 8 de noviembre de 1854 Solano López permaneció en Paris. Sobre esta última fecha, téngase presente que el Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Édouard Drouyn de Lhuys, comunicaba a Francisco Solano López que el Gobierno de Francia le había conferido el grado de “Gran Comendador de la Orden Imperial de la Legión de Honor”. París, 8 de noviembre de 1854. Colección Rio Branco, I-29,26,1 Nº 26. El “Tacuarí” partió del puerto de Burdeos a las 10:30 Horas del 11 de noviembre de 1854, llegando a Asunción a las 14:00 horas del domingo 21 de enero de 1855. 6. No se tiene documentado en qué circunstancia ni cuándo Solano López conoció a Madame Lynch, pero tuvo que ser entre enero y marzo de 1854. Y es que López estuvo fuera de París entre marzo y julio de 1854. Cuando López regresa a Paris se encuentra con una carta de Madame Lynch, de fecha 5 de junio de 1854, en la que ella agradece a López por el envío de dinero y en la que también trata otros asuntos personales. Colección Rio Branco: I-30,28,19, Nº 3 (Documento Nº 929). 7. Elisa Alicia Lynch nació en Irlanda en 1835, hija de John Lynch. 8. Elisa Alicia Lynch se casó en el condado de Kent, Inglaterra, con el francés Javier de Quatrefages, hijo de Pierre Quatrefages, el 3 de junio de 1850. No quedó viuda ni volvió a casarse como se afirma. 9. Viajó de Burdeaux (Francia) abordo del trasatlántico “Ville de Marseille”, en diciembre de 1854, llegando a Buenos Aires (Argentina) a fines de enero de 1855. Permaneció varios meses en la capital Argentina, donde nació su primer hijo, Juan Francisco López Lynch. Buenaventura Decoud (1821-1879), cónsul del Paraguay en Buenos Aires, inscribió a Juan Francisco López en el Consulado paraguayo en 1855, cuando Decoud ejercía el cargo de Cónsul. Juan Francisco tuvo que haber nacido en Buenos Aires en abril de 1855. De Buenos Aires viajó Madame Lynch con su hijo en el vapor “Uruguay”, llegando a Asunción en mayo de 1855. El vapor “Uruguay” estaba comandado por el Capitán paraguayo, Vicente Alcaráz. 10.
No existen documentos conocidos que prueben esta afirmación. 11. Cuando Madame Lynch llegó a Asunción no se produjo ningún incidente. Hubo si disturbios en mayo de 1870, cuando abordo del buque “Princesa” llegó a Asunción. Un incidente similar se registro el 26 de octubre de 1875, cuando Madame Lynch abordo del vapor “Cisne” llegó de Buenos Aires a Asunción, para presentarse ante la justicia paraguaya a enfrentar eventuales cargos contra ella. 12. Véase nota dos (2). 13. La propuesta de matrimonio, aparte de carecer de sustento documental, no pudo haberla hecho Don Carlos A. López, pues entonces Doña Isabel era todavía una niña. Véase: Pedro II, Emperador de Brasil (1825-1891). En cartas a Don Carlos Antonio López, escritas entre el 25 de marzo de 1845 y el 22 de febrero de 1851, comunica el nacimiento de su hija Isabel (29/VII/1846), de Leopoldina (13/VIII/1847) y de Pedro (17/VII).
Ver foto: AD. Colección Rio Branco. I-29,29,23 Nº 14 (Doc. 446). 14. Cuando Madame Lynch llegó a Asunción en 1855 se hospedó en la casa de Ramón Franco, casado con Ramona Godoy. La casa de la familia Franco estaba ubicada en la calle Independencia Nacional e/ General Díaz. Véase, asimismo, Documento de hipoteca de Don Ramón Franco por un plazo de 2 años por valor de 3.715 pesos al 1,8% anual. Asunción, 26 de noviembre de 1853. El testimonio está adjuntado al recibo Nº 259. Asunción, 16 de noviembre de 1853. Hay también referencia a la compra de un inmueble del Estado hecha por parte de Ramón Franco, quien solicita a Don Carlos Antonio López autorización para construir. Colección Rio Branco. I-30,9,48. (Doc. Nº 821). La casa de Madame Lynch estaba ubicada en Eligio Ayala esquina Yegros y Mariscal Estigarribia, ocupaba toda la manzana formada por las citadas calles; allí funcionó un tiempo el Colegio Nacional de la Capital. Ver foto en Apéndice Documental. Madame Lynch tenía una residencia veraniega cerca de la estación de tren de Patiño. Véase: Compra de tierra hecha por Francisco Solano López a don José Joaquím Patiño. Asunción, 27 de abril de 1863. Escritura autenticada por el Escribano de Gobierno y Ministro de Hacienda, don Silvestre Aveiro. CRB:I-30,7,44 (Doc.1933).
Asimismo, Francisco Solano López compra tierras de don José Joaquím Patiño y José Gregorio Patiño, ubicada en Ibitipané. Asunción, 11 de mayo de 1863. Registro de compra firmado por el Escribano Bernardo Ortellado. Colección Rio Branco (CRB):I-30,7,43 (Documento Nº 1954). En esta propiedad tenía Madame Lynch su casa de campo y que visitó con alguna frecuencia cuando la Capital de la República se mudó a Luque. Este lugar es conocido como “Madama cué” y “Patiño cué”, ubicado en el camino entre Luque y Areguá. Terminada la guerra, el colono sueco Luis Gustav Littorin(1835-1902) compró parte de esta propiedad, afincándose en ella. Littorin capitaneó varios barcos del ejército argentino, fue además proveedor de las fuerzas aliadas, actividad que le permitió acumular una importante fortuna. Littorin contrajo matrimonio con Doña Catalina Giménez, una paraguaya, sin dejar descendientes. En cuanto a Francisco Solano López, su casa estaba ubicada en la calle De la Catedral (hoy Independencia Nacional) esquina Palma. La casa habría sido adquirida de Pedro Nolasco Decoud.
Véase: Escritura de una casa ubicada en Asunción comprada a Don Pedro Nolasco Decoud para Francisco Solano López (Seis documentos: 1843-1858) Colección Rio Branco: I-30,6,96 (Documento Nº 321). 15. No cabe duda de que los hijos de Solano López con Madame Lynch pudieron acceder a una buena educación, pues en aquella época trabajaban en Paraguay cerca de doscientos profesionales europeos. Sin embargo, y exceptuando a Juan Francisco López Lynch, los otros hijos de la pareja apenas estaban en edad escolar cuando se inició la guerra de la Triple Alianza (1864-1870). 16. Eberhard Munck af Rosenschöld(1811-1869). Médico y naturalista sueco que llegó a Paraguay en 1843, donde vivió hasta su muerte en 1869. Munck llegó a Paraguay en compañía del joven comerciante sueco Johan Wilhelm Smitt(1821-1904), quien veinte años más tarde se convertiría en el principal financista de Alfredo Nobel, el que instituyó los famosos premios que llevan su nombre. Véase: Nemesio Barreto Monzón. “Paraguay y sus vínculos con Suecia. Asunción”. 1992, Páginas 117-169. Según referencias de a una entrevista mantenida en Asunción entre Enrique Solano López y Harald Bildt, Ministro Residente de la Legación de Suecia en Buenos Aires.(1910-1912), Eberhard Munck fue profesor de inglés de Enrique Solano López. A este respecto, puede citarse la carta de Harald Bildt, fechada en Buenos Aires el 7 de setiembre de 1910, dirigida al Profesor Salomón Eberhard Henschen (1847-1930) en la que decía: “El mes pasado tuve la oportunidad de hacer un viaje a Paraguay....Asimismo, tuve la suerte de conocer y de amigarme casi con el hijo de López II, Enrique Solano López. Éste nació hacia 1864 y era entonces apenas un niño durante la guerra. El mismo inició la conversación hablando de Don Gustavo, a quien de niño veía frecuentemente y de quien aprendió inglés. Él murió de disentería en la cárcel de Ascurra, dijo Don Enrique y fue enterrado al lado de la tumba de mi tío materno en una loma de esa localidad”. Ref. Colección Henschen, Biblioteca de la Universidad de Uppsala-Suecia, Sección Manuscritos. Es importante señalar que el tío materno al que se refiere Don Enrique López sólo puede tratarse del tío John Lynch. 17. De una parte de los papeles de Munck y de otros objetos se apropió el farmacéutico italiano Domingo Parodi, parte de está rapiña aún hoy se conserva en poder de la familia del presidente uruguayo Jorge Battle. Otra parte de los papeles de Munck cayeron en poder del Conde D’eu. También cabe señalar que una pequeña parte de las pertenencias de Munck fue entregada a representantes de instituciones suecas por la señora Josefina Rivarola de Aceval, esposa del ex presidente Emilio Aceval (1853-1931). Barreto Monzón, Nemesio, Op. cit. 117-169. 18. Se refiere al Panteón de los Héroes. 19. Pese al tiempo transcurrido, nadie ha presentado ninguna prueba que confirme tal afirmación. Véase.
Nota dos (2). 20. Se refiere a Alarico I, saqueó Roma y murió en el año 410. 21.Mucha gente, buscadora del tesoro enterrado en tiempos de la “Guerra Grande”, hubiera deseado tener a mano el “Mapa de Campaña del Mariscal López. Este mapa, de gran valor histórico, existe. Este Mapa fue regalado a Francisco Solano López por Thomas Page y que el Mariscal utilizó durante toda la guerra de la Triple Alianza. Al morir el Mariscal, un soldado de apellido Azambuja se llevó el mapa como trofeo y le vendió al abogado Estevao de Mendonca,quien a su vez le obsequió el mapa a Carl Lindman y hoy está en Gotemburgo, Suecia, en el archivo particular del Dr. Magnus Mörner. Véase: Barreto Monzón, Nemesio. Op. Cit. pags. 100-104. 22. Se refiere probablemente al doctor William Stewart (1831-1911) Médico inglés. Llegó a Paraguay en julio de 1857. Casado con Venancia Báez el 29 de octubre de 1864. Madame Lynch le entregó al Dr. Stewart 212.000 pesos en monedas de oro para que sea depositado en el Banco Real de Escocia. Cuando Madame Lynch entabló una demanda en su contra, el Dr. Stewart se declaró insolvente. Véase también: Stewart, William y Robert. Cuenta corriente entre William y Robert Stewart a Su Excelencia el General Francisco Solano López. 7 de noviembre de 1861. Colec: Rio Branco: I-29,32,24 Cartas de William Stewart a Francisco Solano López sobre remesas de pagos por entrega de materiales para el ferrocarril y construcción de navíos a vapor. Perth, 1860-1861. Colección Rio Branco: I-30,21,91-95 (Documento Nº 1407). Véase también: Notes of Evidence in Causa William Stewart Against Antoine or Anthony Gelot. Edinburgh, 1871. Sobre el comerciante francés Anthony Gelot, véase la carta que José Berges le escribe a Ludovico Tenre, cónsul de Paraguay en París, haciendo referencia al envió de maderas y sedas del Paraguay. Colección Rio Branco, I-22,12,1 Nº 28.(Documento Nº 2283).
Asimismo, la carta que Juan Crisóstomo Centurión escribe desde Cuba a Emiliano López Pesoa (29-04-1871) menciona a Gelot. 23. Martin Mac Mahon, Ministro de Estados Unidos, recibió en Itá Ybaté su acreditación en Paraguay el 14 de diciembre de 1868. Fue muy amigo de Madame Lynch. Escribió en el album de Madame Lynch una oda histórica titulada “Resurgiras Paraguay” (Piribebuy, junio de 1869).
Archivo Histórico del Ministerio de Defensa Nacional. Asunción. 24. El 30 de junio de 1869 el Ministro Mac Mahon deja Paraguay. Llevaba una carta del Mariscal López, fechada en Azcurra el 28 de junio de 1869, dirigida a su hijo Emiliano López Pesoa. Según esta carta, Mac Mahon se encargó de llevar para Emiliano un total de 500 onzas de oro. Para trasportar esta cantidad de oro no era necesario disponer de “siete carretas”. 26. A Madame Lyncn no le quedaba ningún objeto de valor cuando murió en París el 26 de julio de 1886. En ausencia de sus hijos, fue sepultada en el cementerio Pére Lachaise. En cuanto a los restos de Madame Lynch, sus cenizas fueron repatriadas desde Francia en el “Cañonero Paraguay”, la urna que contiene sus cenizas fue depositada en el Museo Histórico del Ministerio de Defensa Nacional., el 24 de julio de 1961. 27. Enrique Solano López dejó a su muerte una voluminosa biblioteca. Con su colección se creó la actual Biblioteca Nacional que lleva su nombre. 28. Alexandra Maud. Primera esposa de Enrique Solano López, con la que tuvo dos hijas, una de ellas de nombre Lorna Maud. Cuenta Héctor Francisco Decoud: “Cuando en 1884, el autor hizo un viaje a Buenos Aires, Madame Lynch de Quatrefages le obsequió con una comida íntima en su residencia de la calle Bolívar 549, en la que él (refiriéndose a sí mismo) y el señor Juansilvano Godoi, fueron las únicas personas extrañas a la familia, a menos que, como tal, haya que considerarse a la suegra y a la señora de uno de sus hijos, Enrique Solano López. (Ref. Decoud, Héctor Francisco: La Masacre de Concepción. Pag. 81. RP. Ediciones. Asunción, 1991). Puede agregarse que Don Enrique Solano López se casó en segundas nupcias con Adela Carrillo. De este matrimonio nacieron seis hijos, entre ellos Miguel Solano López, Delegado Paraguayo ante las Naciones Unidas (1961). 29. Lorna Maud López (1885?-1955). Hija de Enrique Solano López y Alexandra Maud. Casada con George Parker Maslen Dean. Según este relato de la periodista y escritora sueca, Ida Bäckmann, quien estuvo en Paraguay en 1908, una de las hijas de Enrique Solano López tenía 18 años. Del matrimonio de Lorna Maud López con George Peter Maslen Dean nació Barbara Lorna Dean Dimock, Política y Senadora Republicana por el Estado de Alaska, USA., y por tanto, era nieta de Enrique Solano López por la línea materna.