miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL CONGO BELGA DE JOSEPH CONRAD





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Hace unos días termine de leer un maravilloso libro que lo había tenido postergado durante años, “El Corazón de las Tinieblas” de Joseph Conrad. Cuando comencé a leerlo lo primero que me vino a la mente fue el recuerdo de una frase que mi vieja decía cuando se sentía impotente ante las continuas peleas que teníamos entre hermanos allá por los 80´s, cuando esto ocurría cansada de intentar mediar y harta de no poder controlarnos nos repetía una y otra vez lo mismo: “Me dan ganas de mandarles al Congo Belga a los tres”, a lo que nosotros hacíamos oídos sordos y seguíamos midiéndonos a golpes posiblemente por alguna tontería de pendejo.

Lo cierto es que mi pobre mamá no hubiera deseado realmente eso para nosotros si hubiese sabido que no era el lugar más adecuado para tres niños, ni para ninguna otra persona que no quisiese conocer de primera mano la degradación del ser humano.

Este sitio situado en el corazón del África negra fue durante mucho tiempo el lugar más remoto, lejano, salvaje e infernal del planeta.

Toda esta larga agonía comenzó a finales del siglo XIX gracias a un personaje que paso a formar parte de algunas de las páginas más negras de la historia de la humanidad y lastimosamente un ejemplo de las prácticas habituales que por aquel entonces personificaba el pensamiento colonialista de la época.

Hablamos de Leopoldo II, y de sus empresas, en especial la (Sociedad Anónima Belga para el comercio del Congo) que fue sinónimo de tragedia, sufrimiento y muerte para un país sometida al poder y la avaricia de un hombre que con esta campaña creó terror transformándolo en un sitio miserable con el dolor pagado en sangre de su población.

Posiblemente la que es hoy la República Democrática del Congo no reciba muchos visitantes, y seguro la gran mayoría de personas en el mundo no tengan prevista incluirla en sus próximas vacaciones con justa razón, ya que los enfrentamientos étnicos y de intereses ajenos hace que las disputas armadas sigan convirtiéndolo en un sitio inseguro para cualquier persona que se aventure en querer conocerlo.

Comencé descubriendo esta gran obra literaria que fue escrita en 1.899 y publicada por primera vez en 1.902. Caracterizada por la singular visión de su autor que relata acontecimientos que han trascendido en el tiempo por la crudeza con la que fue escrita y que no permite a nadie mantenerse frío e indiferente ante un sugerente invitación que nos ayuda a reflexionar sobre el compromiso humano de actuar en dirección hacia el bien común, intentando reprimir y denunciar este tipo de aberraciones que aun se dan en distintos lugares del mundo y que son todas originadas siempre por los mismos intereses personales.

Deberíamos mirar siempre a través de los ojos del escritor y de esta gran novela reveladora, para entender de lo que es capaz un ser humano destructivo y cruel, remontándonos en el pasado descubriendo todo esto ocurrido hace mucho tiempo atrás en un sitio ajeno y lejano en los confines del mundo, en un país desconocido donde la maldad habita y nos estremece.

En la edición “Debolsillo” que me toco leer, Mario Vargas Llosa colabora con el prólogo sumergiéndonos en las raíces de lo humano.

Al inicio del prólogo Mario Vargas Llosa nos comenta sobre el trabajo de investigación realizado por Adan Hochschild en donde claramente describe los abusos de todo tipo a los que fueron sometidos los cogoleses durante tantos años, humillados, torturados (amputaciones de pies, manos, genitales) despojados de toda dignidad sufrieron hasta el punto en el que muchos eran asesinados por no cumplir con las exigencias de producción requerida. En los años en que Leopoldo II manejo a diestra y siniestra estas tierras, incontables africanos murieron en manos de asesinos que eran contratados para crear terror en todas sus formas, seres vacíos de espíritus sin escrúpulos para los que nada significaba la vida del que no veían como semejante.

La historia relata que en un viaje de avión, el historiador Adam Hochschild encontró una cita de Mark Twain en la que el autor de Las Aventuras de Huckleberry Finn aseguraba que el régimen impuesto por Leopoldo II, el rey de los belgas que murió en 1.909, al estado libre del Congo (1.885- 1-906) fraguado por él había exterminado entre cinco y ocho millones de nativos. Picado de curiosidad y cierto espanto, inició una investigación que, muchos años después, culminaría en King Leopold´s Ghost, notable documento sobre la crueldad y la codicia que impulsaron la aventura colonial europea en África, cuyos datos y comprobaciones enriquecen extraordinariamente la lectura de la obra maestra de Josph Conrad , El corazón de las Tinieblas, que ocurre en aquellos parajes en donde la compañía Belga de Leopoldo II cometió las más atroces violaciones a los derechos humanos por lo que se le debería igualar con Hitler y Stalin como uno de los criminales políticos más sanguinarios del siglo XX



Conrad había nacido en (1.857) en Berdvczew, una región ucraniana de Polonia dominada entonces por el ejército ruso. Sus padres sufrieron y murieron a causa de la lucha por la liberación de su país y en aquel niño huérfano nació el odio al colonialismo y un amor por viajar (que es al tiempo ansias de huir) por el mundo. Ya de pequeño, al ver los mapas de la época de África, el joven Conrad había dicho: “Cuando crezca, iré allí”; una frase que repite el personaje de Marlon en la novela.

Fue un aventurero que lo llevo a realizar múltiples viajes a piases como Suiza, España, Inglaterra, Italia, las Indias Occidentales, Venezuela, y países de África, entre otros.

Probablemente el conocer mundo le hizo ver cosas que inspirarían más tarde su despertar literario que dejo como legado las siguientes novelas:



La locura de Almayer (Almayer's Folly) (1895)
Una avanzada del progreso (An Outpost of Progress) (1896)
Un vagabundo de las islas (An Outcast of the Islands) (1896)
El negro del Narciso (The Nigger of the 'Narcissus') (1897)
El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) (1899)
Lord Jim (1900)
Los herederos (The Inheritors) (1901), con Ford Madox Ford
Tifón (Typhoon) (comenzado en 1899 y publicado en Pall Mall Magazine en 1902)
Con la soga al cuello "The End of the Tether" (1902)
Romance (1903), con Ford Madox Ford
Nostromo (1904)
Gaspar Ruiz en 1906
El duelo (1907)
El agente secreto (The Secret Agent) 1909; publicado en Harper's; incluido en el libro Entre la tierra y el mar (Twixt Land and Sea, 1912)
Una sonrisa de la fortuna (A Smile of Fortune) 1910; publicado en London Magazine en 1911; incluido en el libro Entre la tierra y el mar (Twixt Land and Sea, 1912)
Freya, de las siete islas (Freya of the Seven Isles) 1910; publicado en Metropolitan Magazine y London Magazine en 1912; incluido en el libro Entre la tierra y el mar (Twixt Land and Sea, 1912)
Bajo la mirada de Occidente (Under Western Eyes) (1911)
Crónica personal (A Personal Record) (1912)
Chance (1913)
Victoria (Victory) (1915)
La línea de sombra (The Shadow Line) (1917)
La flecha de oro (The Arrow of Gold) (1919)
Salvamento (The Rescue) (1920)
The Nature of a Crime (1923) con Ford Madox Ford
El pirata (The Rover) (1923)
El espejo del mar
El alma del guerrero (The Warrior's Soul) (1925)




Aunque la más famosa sin dudas es “El Corazón de las Tinieblas”. La historia da comienzo en 1.890, el capitán de la marina mercante Konrad Korniowsky, nacionalizado británico desde hacía dos años, curtido en docenas de viajes y lances por el mundo, como el que dicen que tuvo en España, a pistola, con un tal capitán Blunt, por el amor de una española llamada Rita que acabo por fugarse con el americano, herido en el duelo pero vivo, no podía encontrar un puesto adecuado a su rango en Inglaterra, firmo un contrato en Bruselas, con uno de los tentáculos de la compañía de Leopoldo II, para el comercio del Alto Congo, como capitán de uno de los vaporcitos de la empresa que navegaban en el gran río africano entre Kinshasa y Stanley Falls. Fue contratado por Albert Thys, director ejecutivo de la firma y colaborador estrecho de Leopoldo II, para comandar el Florida, cuyo capitán anterior, llamado Freisleben, había sido asesinado por los nativos.

El futuro Joseph Conrad inicia así su particular viaje que lo llevara a conocer en primera mano los frutos de la que llamaban la cruzada europea colonizadora o imperialista en un país que se había convertido en el mismo infierno mediante dicha influencia civilizadora.

Al poco tiempo de estar allí Joseph Conrad queda horrorizado al ver como la población local era tratada sin derecho alguno, obligados a ser esclavos o tratados más bien como animales, al mismo tiempo comprueba el verdadero negocio de las empresas. Un extraño comercio se practicaba en la zona. Hacia el Congo iban sobre todo rifles, látigos, machetes y baratijas sin valor mercantil.




De allá en cambio, desembarcaban valiosos cargamentos de goma, marfil y resina de copal. Sin embargo la propaganda hecha por Leopoldo II en Europa era otra diferente un vil engaño que supuestamente favorecía una zona de libre comercio entre África y Europa y que se había creado con toda la intención de llevar progreso y libertad a todos los africanos.




Desde que esto ocurrió han pasado siglos pero esos desmanes se siguen produciendo hoy sobre ellos y Europa, adormecida, no se pronuncia. O se pronuncia pero no actúa. Los medios de comunicación, cada vez más desprestigiados, cuentan (y solo durante un par de días, hasta que se cansan de ellos y sus audiencias) la espuma que flota sobre aquel inmenso lodazal en que se ha convertido la zona.



Si las enormes riquezas naturales de los países subdesarrollados son una de las causas de su pobreza, el Congo no es una excepción. Hace dos siglos su “pecado” fue tener uno de los bosques más extensos de caucho; hoy, son los diamantes, el cobre, el oro y, sobre todo, la columnita-tantalita (es coltan) con el 80% de las reservas mundiales probadas. Esta materia es base esencial para la fabricación de aparatos electrónicos, los teléfonos móviles y los ordenadores.

El Congo es una inmensa región dividida en una zona selvática y húmeda, al norte durante
Una época de la esclavitud había numerosas etnias fragmentadas y aisladas entre si; mientras que al sur donde reina la sabana africana, las poblaciones eran más compactas, extensas y centralizadas (hoy dos tercios de la población vive allí). Sus reyezuelos fomentaron la esclavitud con portugueses, belgas, alemanes y árabes a cambio de cooperación; pero aquel tráfico humano diezmó la población y facilito la conquista belga, país que se sumó así al reparto de África que habían iniciado las potencias occidentales y cuyo desacuerdo provocó la primera guerra mundial.

Los belgas (que también ocupaban la actual Ruanda) promovieron el desplazamiento de banyaruandeses (tutsis y hutos de origen ruandés) hacia el este del Congo con el fin de reforzar la mano de obra en las minas de las regiones de kivu (hoy en conflicto). Luego, con la revolución hutu en Ruanda de 1.956, en Burundi en la década de los 70, y finalmente en 1.994, con el genocidio de las milicias Interahamwe de humus radicales, los supervivientes (humus moderados y tutsis) también se refugiaron en el oeste del Congo aumentando la población de esa parte del antiguo Zaire. Un perfecto caldo para cultivar el horror que describía Conrad, compuesto de odio, pobreza y deseos de venganza y aderezado durante años a la guerra fría, por intereses soviéticos y estadounidenses en contrarrestar las influencias de uno y de otro bloque en África, y hoy, como ayer, en hincarles todos los dientes a sus enormes riquezas

Salvadme….querrás decir salvar el marfil, dijo Kurtz a marlon en la novelade Conrad; y en esa frase se resume el padecimiento de auquel país, porque verdaderamente no importa la vida.

En pleno siglo XXI en el que hay una auténtica guerra africana donde están implicados seis países: La República Democrática del Congo, Angola, Namibia, Zimbabwe, Uganda y Ruanda, y que ha causado entre tres y cinco millones de muertos, según diversas fuentes.

Los conflicto siguen y la gran mayoría de los africanos sufren diariamente estos males, mientras otros como el presidente de la RDC Joseph Kabila llena sus arcas con acuerdos firmados para la explotación del oro y coltan que existe en la zona, por valor de 3.000 millones de euros con China.



Los conflictos han llegado hasta el Parque Nacional Virunga, donde viven la tercera parte de los 700 ejemplares de los gorilas de montaña que existen en el planeta.

En muchos medios de comunicación se presenta esta guerra como una exclusiva lucha ente etnias. Esto es cierto pero sólo en una parte, porque también hay que añadir que los amplios recursos naturales del país están siendo utilizados para empobrecer a su legitimo dueño y enriquecer a gobiernos corruptos y fuerzas rebeldes y a muchas empresas y particulares que viven a miles de kilómetros de distancia del sufrimiento de millones de seres humanos.

En realidad, en el conflicto del Congo, como en todas las guerras, no hay causa única sino que todas brotan de la maldad y avaricia humana, o si se quiere de las tinieblas del corazón del ser humano que ya lo describió Joseph Conrad.