Allá por 1.817 el Paraguay daba sus primeros pasos en su andadura independiente, varios acontecimientos se fueron dando en el reciente gobierno que derivaría en la concentración del poder absoluto de un régimen dictatorial y declarado perpetuo por el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia al frente de la presidencia del país.
A partir de ese momento las amenazas imaginarias y reales, probablemente en su gran mayoría infundadas por el Dr.Francia, que veía todo como una amenaza personal y nacional, convertirían al Paraguay en un país hermético y temeroso que no dudaría en defenderse de cualquier enemigo interno o externo.
Es justo en esta época que llega a nuestro país Johann Rudolf Rengger, médico y científico suizo, nacido en Baden el 13 de enero de 1.795.
Siendo ya joven Johann Rudolf en uno de sus tantos viajes por Europa visita Paris, allí conoce al médico Marcelin Longhamp con quien decide juntarse para realizar un viaje de investigación que los llevaría por América del Sur.
Es así que estos dos intrépidos resuelven realizar este largo viaje que separa Europa de América, que tendría como destino final Paraguay. Una vez llegados al país son recibidos en audiencia por el presidente, a quien explican el motivo que los había llevado a visitar Paraguay. El Dr. Francia interesado por el trabajo que realizarían ofreció toda la colaboración necesaria para facilitar la labor de estos.
Sin más y conformes con la cordialidad demostrada por el gobierno se dedicaron inmediatamente a realizar sus pesquisas tomando muestras minuciosas y llevando anotaciones de la fauna de la región.
Más tarde el fruto de las investigaciones realizadas se convertiría en información de valor verdaderamente extraordinario, gracias a los análisis de las exploraciones realizadas durante 8 años estudio pormenorizado.
Cuando la labor de ambos concluyo, el Dr. Francia les negó la salida del país, argumentando que estas y otras investigaciones no irían parar a Europa sin que el Paraguay se beneficiase de estos conocimientos y que éstos se convertirían en documentos del patrimonio científico nacional. La misma práctica utilizaría el Dr.Francia con otros naturalistas, botánicos y científicos que llegarían más tarde al país para realizar estudios de esta naturaleza.
Sin embargo en 1.825 Johann consiguió que el Dr. Francia le diera el permiso para salir del país. No cabe duda que esta autorización fue animada por la relación amistosa que mantuvieron ambos, sumada a la astucia en su trato con el presidente y los conocimientos clínicos que motivaban su carácter cambiante debido a la esquizofrenia que padecía.
Johann lo llego a definir en uno de sus libros como, un hombre directo, inflexible y de armas tomar y con amplios conocimientos para su limitaciones.
Entre los varios escritos, ensayos y relatos de Johann se encuentra la “Historia de la Revolución del Paraguay y el gobierno dictatorial del Dr. Francia”, además de un relato que fue publicado después de su muerte en 1.835 gracias a su tío Albrecht Rengger, y lleva como título “Viajes por el Paraguay” del que a continuación dedico un extracto.
Viajes por el Paraguay.
Salimos de la Bahía de Asunción al amanecer navegando por el río Paraguay en una embarcación de mediano tamaño.
Al recorrer el río Paraguay, el viajero está expuesto a varios peligros, evitables en su mayoría si se tiene ciertas precauciones. Las tormentas son a menudo extraordinariamente violentas, pero no se desatan en forma repentina que no den oportunidad de alcanzar una bahía segura o de poner la embarcación al amparo de un bosque o una orilla alta. Si esto sucede se corre el riesgo del que el vehículo sea arrojado sobre la costa o lo invadan las olas, tumbándolo de costado, como tuve ocasión de presenciar cierta vez, le hacen dar una vuelta de campana. Las embarcaciones pequeñas ofrecen la ventaja de poder ser llevadas a tierra.
Otro peligro que puede parecer extraño, en los viajes por el río se está más expuesto al ataque de los jaguares que los viajes por tierra. Por cierto, a lo largo del Paraguay, pero de preferencia en la rivera del río Paraná, se encuentran los jaguares que son muy grandes y salvajes en Sudamérica. Como se suele amarrar los barcos en las orillas al llegar la noche y los marineros tienen las costumbre de encender fuego enseguida de pisar tierra para vivaquear a su alrededor, no es raro que algún jaguar hambriento perturbe la tranquilidad de los excursionistas. No pasa un año sin que se sepa de alguna desgracia causada entre los tripulantes por un jaguar. Por esa razón es prudente pasar la noche a bordo y retirar la tabla por la cual se va del barco a tierra, pues se sabe de casos en que los jaguares subieron a las embarcaciones por ellas. Si se navega en una lancha o canoa, debe elegirse un lugar de desembarco en lo posible despejado de arbustos, pasar la noche a bordo de las embarcación que está anclada lejos de tierra y, amarrada a un arbustos o árbol que emerja del agua.
Las grandes serpientes acuáticas y los caimanes que se encuentran a menudo por centenares sobre los bancos de arena no deben causar temor, pues no atacan al hombre, más aun huyen al advertir su proximidad. En cambio, no es aconsejable bañarse en cualquier lugar del río, pues en los sitios bajos y barrosos suele haber rayas que al sentir el contacto de un pie causan al bañista, heridas muy serias con el aguijón aserrado de su cola. A menudo son peligrosas pues son inferidas en las partes tendinosas del pie. Donde al agua fluye rápidamente abundan las palometas, una especié de peces pequeños pero muy voraces que con sus dientes sumamente cortantes provocan grandes heridas al hombre en los dedos de las manos y los pies. En Paraguay se cuenta que una palometa había atacado de tal manera a un monje dominico que éste no hubiera podido quebrar su voto de castidad por mucho que se le hubiera propuesto. Sea como fuere, yo mismo pude ver personas que fueron mordidas por los peces al lavarse los pies y las manos en el río.
La noche nos sorprendió ocupados haciendo el campamento, pues el crepúsculo tiene muy corta duración en las regiones llanas comprendidas entre los dos trópicos: nos echamos pues o nos sentamos con las piernas cruzadas en derredor del fuego, encendimos los cigarros y el mate circuló varias veces entre el grupo. Seguidamente comimos asado sin pan, a lo sumo con un poco de maíz. Lamentablemente, y como es usual, los mosquitos de los que uno debe defenderse sin cesar, nos amargó la comida. Y comenzó entonces la charla, un reposo a los planes para la jornada siguiente, alguien pulsó la guitarra y en medio del silencio de la noche y del desierto se escucharon los sones armoniosos. Cuando se hizo sentir el fresco de la noche y los mosquitos empezaron a retirarse, lo cual no sucede sino hacia las diez, se atizó el fuego, nos envolvimos en sueño tan tranquilo y sereno como la cama más blanda y dentro de la vivienda más segura.
Cuando establecíamos campamento en una región donde podía temerse un ataque de indios salvajes o de jaguares, montábamos guardia por turnos.
Esas horas de la noche se cuentan entre las más inolvidables de mi vida, así como mi estada en la selva me procuró los recuerdos más satisfactorios de mi viaje al Paraguay. En esos momentos en el que me sentía solo con mi alma, en medio del profundo desamparo donde sólo delataba un movimiento el crepitar de las llamas o el lejano tañido del cencerro de la yegua madrina, desfilaban por mi mente escenas queridas del pasado: me vi rodeado por las pocas personas a las que me unen vínculos del corazón y mantuve con ellas amplias platica; ora señora con el futuro, ora se hinchaba el pecho al saberme tan lejos del mundo civilizado, librado a mis propias fuerzas, con unos pocos camaradas para hacer frente al peligro de los elementos, de las fieras y de los hombres salvajes.
Johann Rudolph Rengger vuelve a Europa y en un viaje a Nápoles enferma de neumonía, después de una recuperación parcial, logro viajar de vuelta a su patria pero lastimosamente su estado empeoro de nuevo y murió el 9 de Octubre de 1.832 en Aarau.
A partir de ese momento las amenazas imaginarias y reales, probablemente en su gran mayoría infundadas por el Dr.Francia, que veía todo como una amenaza personal y nacional, convertirían al Paraguay en un país hermético y temeroso que no dudaría en defenderse de cualquier enemigo interno o externo.
Es justo en esta época que llega a nuestro país Johann Rudolf Rengger, médico y científico suizo, nacido en Baden el 13 de enero de 1.795.
Siendo ya joven Johann Rudolf en uno de sus tantos viajes por Europa visita Paris, allí conoce al médico Marcelin Longhamp con quien decide juntarse para realizar un viaje de investigación que los llevaría por América del Sur.
Es así que estos dos intrépidos resuelven realizar este largo viaje que separa Europa de América, que tendría como destino final Paraguay. Una vez llegados al país son recibidos en audiencia por el presidente, a quien explican el motivo que los había llevado a visitar Paraguay. El Dr. Francia interesado por el trabajo que realizarían ofreció toda la colaboración necesaria para facilitar la labor de estos.
Sin más y conformes con la cordialidad demostrada por el gobierno se dedicaron inmediatamente a realizar sus pesquisas tomando muestras minuciosas y llevando anotaciones de la fauna de la región.
Más tarde el fruto de las investigaciones realizadas se convertiría en información de valor verdaderamente extraordinario, gracias a los análisis de las exploraciones realizadas durante 8 años estudio pormenorizado.
Cuando la labor de ambos concluyo, el Dr. Francia les negó la salida del país, argumentando que estas y otras investigaciones no irían parar a Europa sin que el Paraguay se beneficiase de estos conocimientos y que éstos se convertirían en documentos del patrimonio científico nacional. La misma práctica utilizaría el Dr.Francia con otros naturalistas, botánicos y científicos que llegarían más tarde al país para realizar estudios de esta naturaleza.
Sin embargo en 1.825 Johann consiguió que el Dr. Francia le diera el permiso para salir del país. No cabe duda que esta autorización fue animada por la relación amistosa que mantuvieron ambos, sumada a la astucia en su trato con el presidente y los conocimientos clínicos que motivaban su carácter cambiante debido a la esquizofrenia que padecía.
Johann lo llego a definir en uno de sus libros como, un hombre directo, inflexible y de armas tomar y con amplios conocimientos para su limitaciones.
Entre los varios escritos, ensayos y relatos de Johann se encuentra la “Historia de la Revolución del Paraguay y el gobierno dictatorial del Dr. Francia”, además de un relato que fue publicado después de su muerte en 1.835 gracias a su tío Albrecht Rengger, y lleva como título “Viajes por el Paraguay” del que a continuación dedico un extracto.
Viajes por el Paraguay.
Salimos de la Bahía de Asunción al amanecer navegando por el río Paraguay en una embarcación de mediano tamaño.
Al recorrer el río Paraguay, el viajero está expuesto a varios peligros, evitables en su mayoría si se tiene ciertas precauciones. Las tormentas son a menudo extraordinariamente violentas, pero no se desatan en forma repentina que no den oportunidad de alcanzar una bahía segura o de poner la embarcación al amparo de un bosque o una orilla alta. Si esto sucede se corre el riesgo del que el vehículo sea arrojado sobre la costa o lo invadan las olas, tumbándolo de costado, como tuve ocasión de presenciar cierta vez, le hacen dar una vuelta de campana. Las embarcaciones pequeñas ofrecen la ventaja de poder ser llevadas a tierra.
Otro peligro que puede parecer extraño, en los viajes por el río se está más expuesto al ataque de los jaguares que los viajes por tierra. Por cierto, a lo largo del Paraguay, pero de preferencia en la rivera del río Paraná, se encuentran los jaguares que son muy grandes y salvajes en Sudamérica. Como se suele amarrar los barcos en las orillas al llegar la noche y los marineros tienen las costumbre de encender fuego enseguida de pisar tierra para vivaquear a su alrededor, no es raro que algún jaguar hambriento perturbe la tranquilidad de los excursionistas. No pasa un año sin que se sepa de alguna desgracia causada entre los tripulantes por un jaguar. Por esa razón es prudente pasar la noche a bordo y retirar la tabla por la cual se va del barco a tierra, pues se sabe de casos en que los jaguares subieron a las embarcaciones por ellas. Si se navega en una lancha o canoa, debe elegirse un lugar de desembarco en lo posible despejado de arbustos, pasar la noche a bordo de las embarcación que está anclada lejos de tierra y, amarrada a un arbustos o árbol que emerja del agua.
Las grandes serpientes acuáticas y los caimanes que se encuentran a menudo por centenares sobre los bancos de arena no deben causar temor, pues no atacan al hombre, más aun huyen al advertir su proximidad. En cambio, no es aconsejable bañarse en cualquier lugar del río, pues en los sitios bajos y barrosos suele haber rayas que al sentir el contacto de un pie causan al bañista, heridas muy serias con el aguijón aserrado de su cola. A menudo son peligrosas pues son inferidas en las partes tendinosas del pie. Donde al agua fluye rápidamente abundan las palometas, una especié de peces pequeños pero muy voraces que con sus dientes sumamente cortantes provocan grandes heridas al hombre en los dedos de las manos y los pies. En Paraguay se cuenta que una palometa había atacado de tal manera a un monje dominico que éste no hubiera podido quebrar su voto de castidad por mucho que se le hubiera propuesto. Sea como fuere, yo mismo pude ver personas que fueron mordidas por los peces al lavarse los pies y las manos en el río.
La noche nos sorprendió ocupados haciendo el campamento, pues el crepúsculo tiene muy corta duración en las regiones llanas comprendidas entre los dos trópicos: nos echamos pues o nos sentamos con las piernas cruzadas en derredor del fuego, encendimos los cigarros y el mate circuló varias veces entre el grupo. Seguidamente comimos asado sin pan, a lo sumo con un poco de maíz. Lamentablemente, y como es usual, los mosquitos de los que uno debe defenderse sin cesar, nos amargó la comida. Y comenzó entonces la charla, un reposo a los planes para la jornada siguiente, alguien pulsó la guitarra y en medio del silencio de la noche y del desierto se escucharon los sones armoniosos. Cuando se hizo sentir el fresco de la noche y los mosquitos empezaron a retirarse, lo cual no sucede sino hacia las diez, se atizó el fuego, nos envolvimos en sueño tan tranquilo y sereno como la cama más blanda y dentro de la vivienda más segura.
Cuando establecíamos campamento en una región donde podía temerse un ataque de indios salvajes o de jaguares, montábamos guardia por turnos.
Esas horas de la noche se cuentan entre las más inolvidables de mi vida, así como mi estada en la selva me procuró los recuerdos más satisfactorios de mi viaje al Paraguay. En esos momentos en el que me sentía solo con mi alma, en medio del profundo desamparo donde sólo delataba un movimiento el crepitar de las llamas o el lejano tañido del cencerro de la yegua madrina, desfilaban por mi mente escenas queridas del pasado: me vi rodeado por las pocas personas a las que me unen vínculos del corazón y mantuve con ellas amplias platica; ora señora con el futuro, ora se hinchaba el pecho al saberme tan lejos del mundo civilizado, librado a mis propias fuerzas, con unos pocos camaradas para hacer frente al peligro de los elementos, de las fieras y de los hombres salvajes.
Johann Rudolph Rengger vuelve a Europa y en un viaje a Nápoles enferma de neumonía, después de una recuperación parcial, logro viajar de vuelta a su patria pero lastimosamente su estado empeoro de nuevo y murió el 9 de Octubre de 1.832 en Aarau.
1 comentario:
Muy buenooo!!!!!!!
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