Un increible libro escrito por Cees Nooteboom. Estoy seguro que si lo leen les atrapara como a mi.
A través de la lectura amena de “Hotel Nómada” Nooteboom nos invita a recorrer con él sus diferentes impresiones y sensaciones de algo tan normal como alojarse en un hotel para convertirlo en una experiencia reflexiva muy sugestiva.
El autor logra de forma ingeniosa unir realidad e imaginación para crear un supuesto hotel personal e ideal en donde caben generalidades semejantes de cualquier hotel del mundo y que no faltan en el suyo, para luego al mismo tiempo elevarlo a lo más sublime.
Igualmente nos relata otros hechos y anécdotas que logra rescatar de sus multiples viajes alrededor del mundo.
En el ojo del Huracan.“El origen de la existencia es el movimiento. Esto significa que la inmovilidad no puede darse en la existencia, pues, de ser ésta inmóvil, regresaría a su origen: la Nada. Por esta razón el viaje no tiene fin, tanto en el mundo superior como en el mundo inferior.”
Estas palabras figura en el Kitab al-isfar, El Libro de las Revelaciones y los Efectos del Viaje, un extenso relato de viajes del sabio árabe del siglo XII Ibn Arabi.”
Hotel Nooteboom
Una historia de hoteles sólo puede escribirse en un hotel, claro está. Un hotel es un mundo cerrado, un territorio limitado, un claustrum, un lugar en el que uno se adentra voluntariamente. Los clientes no son visitantes casuales, son miembros de una orden. La habitación en que se alojan, sencilla u ostentosa, es su celda. En el instante en que cierran tras de sí la puerta de esa habitación y se encuentran al otro lado de las misma, se han retirado del mundo.
Conviene elegir con mucho cuidado el hotel en que se va a escribir sobre hoteles. Yo he elegido el Ritz de Barcelona, pero podría haber sido el Brown´s de Londres, el Santa Luzia de Viana do Castello, el Reid´s de Madeira, el Hofman de Bandung o el Albergo Nacionale de Roma. Todos ellos tienen en común el olor de los tiempos remotos que me resulta placentero. Grifos antiguos que no siempre funcionan; colores que ya no se estilan; un exceso de espejos; la pintura aquí y allá descascarillada; finísimas grietas en la porcelana; alfombras desgastadas por cien mil zapatos ya desaparecidos; un ascensor que vacila un segundo, aunque decididamente, antes de optar por el espacio aéreo; la habitación que por su silencia excluye la idea de cualquier otra habitación.
La habitación en la que ahora me encuentro es de color verde claro y su número es 523: A veces pienso que la suma de todos los números de habitaciones de todos los hoteles los que me he alojado a lo largo de mi vida contiene una información codificada acerca de mi destino y mi naturaleza.
Aparte de la gente de viaje de placer, ¿Quién se aloja en los hoteles?, Políticos, funcionarios, jugadores de ajedrez, call-girls, comerciantes, representantes, músicos, banqueros, periodistas. Hay mucha más categorías, pero éstas son las fundamentales. Por lo común, todos tienen en común –valga la redundancia- que en casa no están solos y en el hotel, sí. Su soledad se resuelve con periódicos, un libro, bebidas alcohólicas, encuentros casuales o concertados…o no se resuelve.
No recuerdo en cuántos hoteles me he alojado. El fotógrafo Eddy Posthuma de Boer, con quien he realizado numeroso viajes, suele tomar nota de todo: con quién, dónde, cuándo, el número de habitación. Cuando un periódico me pidió que creara un hotel inspirándome, en lo que más me había gustado de los mismos, yo me resistí alegando que eso sería un ejercicio esnobista, porque imaginarse el hotel ideal significa omitir lo desagradable. Además, el engendro acabaría siendo más grande que Lelystad, pues téngase en cuenta que ya no tengo cuarenta y ocho años, y llevo media vida viajando. Ningún problema, me contesto el periódico.
El Hotel ideal pensándolo bien sería el hotel Nooteboom, avenida del paraíso, 1, Shangri La, última Thule, junto al restaurante Chez Dios. Tumbonas en los céspedes elíseos del jardín de Ala, hielo polar tintineando en las copas de néctar, budas bajo los sagrados árboles de pan, huríes con palomas rellenas sobre bandejas repujadas de Erté, y todo ello envuelto en un silencio galáctico. ¿Será algo así? Tal vez deba empezar al revés no lo que no me quiero. No quiero los susurros del vecino, ni el rastro o los ruidos de las pasiones de otro, ni las habitaciones en las que alguien probablemente se ha suicidado, ni el instrumento de tortura de la gutta cadendo del grifo y la seguridad axiomática de que a continuación caerá otra y otra y otra…. Todo eso es lo no quiero. No quiero que llame a mi puerta a la hora equivocada la masajista de Bangkok preguntándome: “Sir, you speak mi come?”. No quiero la seducción del frigorífico, la mala cerveza y el buen whisky. No quiero el rugido del aspirador en el pasillo evocando a idea de trabajo. No quiero la luz matutina penetrando como rayo láser en la provincia freudiana en la que pertenezco todavía, porque para mí aún es de noche. No quiero esa típica conversación entre voces femeninas de mediana edad, en un dialecto extraído de Finnegans wake, burlándose de mí porque aún estoy en la cama. No quiero televisión. ¿No quiero televisión? ¿Y tú te consideras periodista? ¡ Y toda esas noches en hoteles de Nevada o Arizona….,¿SIN TELEVISION? Soledad, silencio, meditación, sueño. Para eso pago yo.
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Cees Nooteboom
Escritor nacido en La Haya, uno de los mayores y más originales escritores holandeses. Vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania. Traductor de poesía española, catalana, francesa, alemana; de teatro americano; autor de novelas, poesía, ensayos y libros de viaje, es un escritor preocupado por el europeísmo, el nacionalismo: no se concibe neerlandés sino sintiendo el deseo de España, o soñando inexistentes montañas en los Países Bajos. Das Paradies ist nebenan (Philip en de anderen), su primera novela, publicada originalmente en 1954, fue inspirada por su viaje haciendo auto-stop por toda Europa. Con Rituales (1980) ganó el Premio Bordewijz y el Premio Pegasus de Literatura. En Mokusei, Arnold Pessers, fotógrafo holandés, de viaje a Japón para hacer un reportaje turístico, va en realidad en busca de un "lugar del alma", que se obstina en buscar en un punto preciso del globo terrestre. Hubo un tiempo en que Holanda no era el pequeño y ordenado país que conocemos, sino que se prolongaba hacia el sur con un territorio montañoso y salvaje, olvidado del progreso, donde ningún septentrional se había atrevido a internarse. Es éste el panorama presentado en En las montañas de Holanda, traducido a las lenguas más leídas. Allerzielen, El día de todas las ánimas (1998), es su obra más ambiciosa hasta ahora y más reciente: el creador de documentales televisivos Arthur Daane vive en Berlín, y conoce a una estudiante holandesa que investiga sobre la reina Urraca, controvertido personaje de la historia medieval española, siguiéndola hasta Madrid. El desvío a Santiago, es un ejemplo de su amor por España.
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