jueves, 31 de diciembre de 2009
miércoles, 23 de diciembre de 2009
martes, 22 de diciembre de 2009
Hotel Nómada - Cees Nooteboom
Un increible libro escrito por Cees Nooteboom. Estoy seguro que si lo leen les atrapara como a mi.
A través de la lectura amena de “Hotel Nómada” Nooteboom nos invita a recorrer con él sus diferentes impresiones y sensaciones de algo tan normal como alojarse en un hotel para convertirlo en una experiencia reflexiva muy sugestiva.
El autor logra de forma ingeniosa unir realidad e imaginación para crear un supuesto hotel personal e ideal en donde caben generalidades semejantes de cualquier hotel del mundo y que no faltan en el suyo, para luego al mismo tiempo elevarlo a lo más sublime.
Igualmente nos relata otros hechos y anécdotas que logra rescatar de sus multiples viajes alrededor del mundo.
En el ojo del Huracan.“El origen de la existencia es el movimiento. Esto significa que la inmovilidad no puede darse en la existencia, pues, de ser ésta inmóvil, regresaría a su origen: la Nada. Por esta razón el viaje no tiene fin, tanto en el mundo superior como en el mundo inferior.”
Estas palabras figura en el Kitab al-isfar, El Libro de las Revelaciones y los Efectos del Viaje, un extenso relato de viajes del sabio árabe del siglo XII Ibn Arabi.”
Hotel Nooteboom
Una historia de hoteles sólo puede escribirse en un hotel, claro está. Un hotel es un mundo cerrado, un territorio limitado, un claustrum, un lugar en el que uno se adentra voluntariamente. Los clientes no son visitantes casuales, son miembros de una orden. La habitación en que se alojan, sencilla u ostentosa, es su celda. En el instante en que cierran tras de sí la puerta de esa habitación y se encuentran al otro lado de las misma, se han retirado del mundo.
Conviene elegir con mucho cuidado el hotel en que se va a escribir sobre hoteles. Yo he elegido el Ritz de Barcelona, pero podría haber sido el Brown´s de Londres, el Santa Luzia de Viana do Castello, el Reid´s de Madeira, el Hofman de Bandung o el Albergo Nacionale de Roma. Todos ellos tienen en común el olor de los tiempos remotos que me resulta placentero. Grifos antiguos que no siempre funcionan; colores que ya no se estilan; un exceso de espejos; la pintura aquí y allá descascarillada; finísimas grietas en la porcelana; alfombras desgastadas por cien mil zapatos ya desaparecidos; un ascensor que vacila un segundo, aunque decididamente, antes de optar por el espacio aéreo; la habitación que por su silencia excluye la idea de cualquier otra habitación.
La habitación en la que ahora me encuentro es de color verde claro y su número es 523: A veces pienso que la suma de todos los números de habitaciones de todos los hoteles los que me he alojado a lo largo de mi vida contiene una información codificada acerca de mi destino y mi naturaleza.
Aparte de la gente de viaje de placer, ¿Quién se aloja en los hoteles?, Políticos, funcionarios, jugadores de ajedrez, call-girls, comerciantes, representantes, músicos, banqueros, periodistas. Hay mucha más categorías, pero éstas son las fundamentales. Por lo común, todos tienen en común –valga la redundancia- que en casa no están solos y en el hotel, sí. Su soledad se resuelve con periódicos, un libro, bebidas alcohólicas, encuentros casuales o concertados…o no se resuelve.
No recuerdo en cuántos hoteles me he alojado. El fotógrafo Eddy Posthuma de Boer, con quien he realizado numeroso viajes, suele tomar nota de todo: con quién, dónde, cuándo, el número de habitación. Cuando un periódico me pidió que creara un hotel inspirándome, en lo que más me había gustado de los mismos, yo me resistí alegando que eso sería un ejercicio esnobista, porque imaginarse el hotel ideal significa omitir lo desagradable. Además, el engendro acabaría siendo más grande que Lelystad, pues téngase en cuenta que ya no tengo cuarenta y ocho años, y llevo media vida viajando. Ningún problema, me contesto el periódico.
El Hotel ideal pensándolo bien sería el hotel Nooteboom, avenida del paraíso, 1, Shangri La, última Thule, junto al restaurante Chez Dios. Tumbonas en los céspedes elíseos del jardín de Ala, hielo polar tintineando en las copas de néctar, budas bajo los sagrados árboles de pan, huríes con palomas rellenas sobre bandejas repujadas de Erté, y todo ello envuelto en un silencio galáctico. ¿Será algo así? Tal vez deba empezar al revés no lo que no me quiero. No quiero los susurros del vecino, ni el rastro o los ruidos de las pasiones de otro, ni las habitaciones en las que alguien probablemente se ha suicidado, ni el instrumento de tortura de la gutta cadendo del grifo y la seguridad axiomática de que a continuación caerá otra y otra y otra…. Todo eso es lo no quiero. No quiero que llame a mi puerta a la hora equivocada la masajista de Bangkok preguntándome: “Sir, you speak mi come?”. No quiero la seducción del frigorífico, la mala cerveza y el buen whisky. No quiero el rugido del aspirador en el pasillo evocando a idea de trabajo. No quiero la luz matutina penetrando como rayo láser en la provincia freudiana en la que pertenezco todavía, porque para mí aún es de noche. No quiero esa típica conversación entre voces femeninas de mediana edad, en un dialecto extraído de Finnegans wake, burlándose de mí porque aún estoy en la cama. No quiero televisión. ¿No quiero televisión? ¿Y tú te consideras periodista? ¡ Y toda esas noches en hoteles de Nevada o Arizona….,¿SIN TELEVISION? Soledad, silencio, meditación, sueño. Para eso pago yo.
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Cees Nooteboom
Escritor nacido en La Haya, uno de los mayores y más originales escritores holandeses. Vive en constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania. Traductor de poesía española, catalana, francesa, alemana; de teatro americano; autor de novelas, poesía, ensayos y libros de viaje, es un escritor preocupado por el europeísmo, el nacionalismo: no se concibe neerlandés sino sintiendo el deseo de España, o soñando inexistentes montañas en los Países Bajos. Das Paradies ist nebenan (Philip en de anderen), su primera novela, publicada originalmente en 1954, fue inspirada por su viaje haciendo auto-stop por toda Europa. Con Rituales (1980) ganó el Premio Bordewijz y el Premio Pegasus de Literatura. En Mokusei, Arnold Pessers, fotógrafo holandés, de viaje a Japón para hacer un reportaje turístico, va en realidad en busca de un "lugar del alma", que se obstina en buscar en un punto preciso del globo terrestre. Hubo un tiempo en que Holanda no era el pequeño y ordenado país que conocemos, sino que se prolongaba hacia el sur con un territorio montañoso y salvaje, olvidado del progreso, donde ningún septentrional se había atrevido a internarse. Es éste el panorama presentado en En las montañas de Holanda, traducido a las lenguas más leídas. Allerzielen, El día de todas las ánimas (1998), es su obra más ambiciosa hasta ahora y más reciente: el creador de documentales televisivos Arthur Daane vive en Berlín, y conoce a una estudiante holandesa que investiga sobre la reina Urraca, controvertido personaje de la historia medieval española, siguiéndola hasta Madrid. El desvío a Santiago, es un ejemplo de su amor por España.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Viajes por el Paraguay - Johann Rudolf Rengger
Allá por 1.817 el Paraguay daba sus primeros pasos en su andadura independiente, varios acontecimientos se fueron dando en el reciente gobierno que derivaría en la concentración del poder absoluto de un régimen dictatorial y declarado perpetuo por el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia al frente de la presidencia del país.
A partir de ese momento las amenazas imaginarias y reales, probablemente en su gran mayoría infundadas por el Dr.Francia, que veía todo como una amenaza personal y nacional, convertirían al Paraguay en un país hermético y temeroso que no dudaría en defenderse de cualquier enemigo interno o externo.
Es justo en esta época que llega a nuestro país Johann Rudolf Rengger, médico y científico suizo, nacido en Baden el 13 de enero de 1.795.
Siendo ya joven Johann Rudolf en uno de sus tantos viajes por Europa visita Paris, allí conoce al médico Marcelin Longhamp con quien decide juntarse para realizar un viaje de investigación que los llevaría por América del Sur.
Es así que estos dos intrépidos resuelven realizar este largo viaje que separa Europa de América, que tendría como destino final Paraguay. Una vez llegados al país son recibidos en audiencia por el presidente, a quien explican el motivo que los había llevado a visitar Paraguay. El Dr. Francia interesado por el trabajo que realizarían ofreció toda la colaboración necesaria para facilitar la labor de estos.
Sin más y conformes con la cordialidad demostrada por el gobierno se dedicaron inmediatamente a realizar sus pesquisas tomando muestras minuciosas y llevando anotaciones de la fauna de la región.
Más tarde el fruto de las investigaciones realizadas se convertiría en información de valor verdaderamente extraordinario, gracias a los análisis de las exploraciones realizadas durante 8 años estudio pormenorizado.
Cuando la labor de ambos concluyo, el Dr. Francia les negó la salida del país, argumentando que estas y otras investigaciones no irían parar a Europa sin que el Paraguay se beneficiase de estos conocimientos y que éstos se convertirían en documentos del patrimonio científico nacional. La misma práctica utilizaría el Dr.Francia con otros naturalistas, botánicos y científicos que llegarían más tarde al país para realizar estudios de esta naturaleza.
Sin embargo en 1.825 Johann consiguió que el Dr. Francia le diera el permiso para salir del país. No cabe duda que esta autorización fue animada por la relación amistosa que mantuvieron ambos, sumada a la astucia en su trato con el presidente y los conocimientos clínicos que motivaban su carácter cambiante debido a la esquizofrenia que padecía.
Johann lo llego a definir en uno de sus libros como, un hombre directo, inflexible y de armas tomar y con amplios conocimientos para su limitaciones.
Entre los varios escritos, ensayos y relatos de Johann se encuentra la “Historia de la Revolución del Paraguay y el gobierno dictatorial del Dr. Francia”, además de un relato que fue publicado después de su muerte en 1.835 gracias a su tío Albrecht Rengger, y lleva como título “Viajes por el Paraguay” del que a continuación dedico un extracto.
Viajes por el Paraguay.
Salimos de la Bahía de Asunción al amanecer navegando por el río Paraguay en una embarcación de mediano tamaño.
Al recorrer el río Paraguay, el viajero está expuesto a varios peligros, evitables en su mayoría si se tiene ciertas precauciones. Las tormentas son a menudo extraordinariamente violentas, pero no se desatan en forma repentina que no den oportunidad de alcanzar una bahía segura o de poner la embarcación al amparo de un bosque o una orilla alta. Si esto sucede se corre el riesgo del que el vehículo sea arrojado sobre la costa o lo invadan las olas, tumbándolo de costado, como tuve ocasión de presenciar cierta vez, le hacen dar una vuelta de campana. Las embarcaciones pequeñas ofrecen la ventaja de poder ser llevadas a tierra.
Otro peligro que puede parecer extraño, en los viajes por el río se está más expuesto al ataque de los jaguares que los viajes por tierra. Por cierto, a lo largo del Paraguay, pero de preferencia en la rivera del río Paraná, se encuentran los jaguares que son muy grandes y salvajes en Sudamérica. Como se suele amarrar los barcos en las orillas al llegar la noche y los marineros tienen las costumbre de encender fuego enseguida de pisar tierra para vivaquear a su alrededor, no es raro que algún jaguar hambriento perturbe la tranquilidad de los excursionistas. No pasa un año sin que se sepa de alguna desgracia causada entre los tripulantes por un jaguar. Por esa razón es prudente pasar la noche a bordo y retirar la tabla por la cual se va del barco a tierra, pues se sabe de casos en que los jaguares subieron a las embarcaciones por ellas. Si se navega en una lancha o canoa, debe elegirse un lugar de desembarco en lo posible despejado de arbustos, pasar la noche a bordo de las embarcación que está anclada lejos de tierra y, amarrada a un arbustos o árbol que emerja del agua.
Las grandes serpientes acuáticas y los caimanes que se encuentran a menudo por centenares sobre los bancos de arena no deben causar temor, pues no atacan al hombre, más aun huyen al advertir su proximidad. En cambio, no es aconsejable bañarse en cualquier lugar del río, pues en los sitios bajos y barrosos suele haber rayas que al sentir el contacto de un pie causan al bañista, heridas muy serias con el aguijón aserrado de su cola. A menudo son peligrosas pues son inferidas en las partes tendinosas del pie. Donde al agua fluye rápidamente abundan las palometas, una especié de peces pequeños pero muy voraces que con sus dientes sumamente cortantes provocan grandes heridas al hombre en los dedos de las manos y los pies. En Paraguay se cuenta que una palometa había atacado de tal manera a un monje dominico que éste no hubiera podido quebrar su voto de castidad por mucho que se le hubiera propuesto. Sea como fuere, yo mismo pude ver personas que fueron mordidas por los peces al lavarse los pies y las manos en el río.
La noche nos sorprendió ocupados haciendo el campamento, pues el crepúsculo tiene muy corta duración en las regiones llanas comprendidas entre los dos trópicos: nos echamos pues o nos sentamos con las piernas cruzadas en derredor del fuego, encendimos los cigarros y el mate circuló varias veces entre el grupo. Seguidamente comimos asado sin pan, a lo sumo con un poco de maíz. Lamentablemente, y como es usual, los mosquitos de los que uno debe defenderse sin cesar, nos amargó la comida. Y comenzó entonces la charla, un reposo a los planes para la jornada siguiente, alguien pulsó la guitarra y en medio del silencio de la noche y del desierto se escucharon los sones armoniosos. Cuando se hizo sentir el fresco de la noche y los mosquitos empezaron a retirarse, lo cual no sucede sino hacia las diez, se atizó el fuego, nos envolvimos en sueño tan tranquilo y sereno como la cama más blanda y dentro de la vivienda más segura.
Cuando establecíamos campamento en una región donde podía temerse un ataque de indios salvajes o de jaguares, montábamos guardia por turnos.
Esas horas de la noche se cuentan entre las más inolvidables de mi vida, así como mi estada en la selva me procuró los recuerdos más satisfactorios de mi viaje al Paraguay. En esos momentos en el que me sentía solo con mi alma, en medio del profundo desamparo donde sólo delataba un movimiento el crepitar de las llamas o el lejano tañido del cencerro de la yegua madrina, desfilaban por mi mente escenas queridas del pasado: me vi rodeado por las pocas personas a las que me unen vínculos del corazón y mantuve con ellas amplias platica; ora señora con el futuro, ora se hinchaba el pecho al saberme tan lejos del mundo civilizado, librado a mis propias fuerzas, con unos pocos camaradas para hacer frente al peligro de los elementos, de las fieras y de los hombres salvajes.
Johann Rudolph Rengger vuelve a Europa y en un viaje a Nápoles enferma de neumonía, después de una recuperación parcial, logro viajar de vuelta a su patria pero lastimosamente su estado empeoro de nuevo y murió el 9 de Octubre de 1.832 en Aarau.
A partir de ese momento las amenazas imaginarias y reales, probablemente en su gran mayoría infundadas por el Dr.Francia, que veía todo como una amenaza personal y nacional, convertirían al Paraguay en un país hermético y temeroso que no dudaría en defenderse de cualquier enemigo interno o externo.
Es justo en esta época que llega a nuestro país Johann Rudolf Rengger, médico y científico suizo, nacido en Baden el 13 de enero de 1.795.
Siendo ya joven Johann Rudolf en uno de sus tantos viajes por Europa visita Paris, allí conoce al médico Marcelin Longhamp con quien decide juntarse para realizar un viaje de investigación que los llevaría por América del Sur.
Es así que estos dos intrépidos resuelven realizar este largo viaje que separa Europa de América, que tendría como destino final Paraguay. Una vez llegados al país son recibidos en audiencia por el presidente, a quien explican el motivo que los había llevado a visitar Paraguay. El Dr. Francia interesado por el trabajo que realizarían ofreció toda la colaboración necesaria para facilitar la labor de estos.
Sin más y conformes con la cordialidad demostrada por el gobierno se dedicaron inmediatamente a realizar sus pesquisas tomando muestras minuciosas y llevando anotaciones de la fauna de la región.
Más tarde el fruto de las investigaciones realizadas se convertiría en información de valor verdaderamente extraordinario, gracias a los análisis de las exploraciones realizadas durante 8 años estudio pormenorizado.
Cuando la labor de ambos concluyo, el Dr. Francia les negó la salida del país, argumentando que estas y otras investigaciones no irían parar a Europa sin que el Paraguay se beneficiase de estos conocimientos y que éstos se convertirían en documentos del patrimonio científico nacional. La misma práctica utilizaría el Dr.Francia con otros naturalistas, botánicos y científicos que llegarían más tarde al país para realizar estudios de esta naturaleza.
Sin embargo en 1.825 Johann consiguió que el Dr. Francia le diera el permiso para salir del país. No cabe duda que esta autorización fue animada por la relación amistosa que mantuvieron ambos, sumada a la astucia en su trato con el presidente y los conocimientos clínicos que motivaban su carácter cambiante debido a la esquizofrenia que padecía.
Johann lo llego a definir en uno de sus libros como, un hombre directo, inflexible y de armas tomar y con amplios conocimientos para su limitaciones.
Entre los varios escritos, ensayos y relatos de Johann se encuentra la “Historia de la Revolución del Paraguay y el gobierno dictatorial del Dr. Francia”, además de un relato que fue publicado después de su muerte en 1.835 gracias a su tío Albrecht Rengger, y lleva como título “Viajes por el Paraguay” del que a continuación dedico un extracto.
Viajes por el Paraguay.
Salimos de la Bahía de Asunción al amanecer navegando por el río Paraguay en una embarcación de mediano tamaño.
Al recorrer el río Paraguay, el viajero está expuesto a varios peligros, evitables en su mayoría si se tiene ciertas precauciones. Las tormentas son a menudo extraordinariamente violentas, pero no se desatan en forma repentina que no den oportunidad de alcanzar una bahía segura o de poner la embarcación al amparo de un bosque o una orilla alta. Si esto sucede se corre el riesgo del que el vehículo sea arrojado sobre la costa o lo invadan las olas, tumbándolo de costado, como tuve ocasión de presenciar cierta vez, le hacen dar una vuelta de campana. Las embarcaciones pequeñas ofrecen la ventaja de poder ser llevadas a tierra.
Otro peligro que puede parecer extraño, en los viajes por el río se está más expuesto al ataque de los jaguares que los viajes por tierra. Por cierto, a lo largo del Paraguay, pero de preferencia en la rivera del río Paraná, se encuentran los jaguares que son muy grandes y salvajes en Sudamérica. Como se suele amarrar los barcos en las orillas al llegar la noche y los marineros tienen las costumbre de encender fuego enseguida de pisar tierra para vivaquear a su alrededor, no es raro que algún jaguar hambriento perturbe la tranquilidad de los excursionistas. No pasa un año sin que se sepa de alguna desgracia causada entre los tripulantes por un jaguar. Por esa razón es prudente pasar la noche a bordo y retirar la tabla por la cual se va del barco a tierra, pues se sabe de casos en que los jaguares subieron a las embarcaciones por ellas. Si se navega en una lancha o canoa, debe elegirse un lugar de desembarco en lo posible despejado de arbustos, pasar la noche a bordo de las embarcación que está anclada lejos de tierra y, amarrada a un arbustos o árbol que emerja del agua.
Las grandes serpientes acuáticas y los caimanes que se encuentran a menudo por centenares sobre los bancos de arena no deben causar temor, pues no atacan al hombre, más aun huyen al advertir su proximidad. En cambio, no es aconsejable bañarse en cualquier lugar del río, pues en los sitios bajos y barrosos suele haber rayas que al sentir el contacto de un pie causan al bañista, heridas muy serias con el aguijón aserrado de su cola. A menudo son peligrosas pues son inferidas en las partes tendinosas del pie. Donde al agua fluye rápidamente abundan las palometas, una especié de peces pequeños pero muy voraces que con sus dientes sumamente cortantes provocan grandes heridas al hombre en los dedos de las manos y los pies. En Paraguay se cuenta que una palometa había atacado de tal manera a un monje dominico que éste no hubiera podido quebrar su voto de castidad por mucho que se le hubiera propuesto. Sea como fuere, yo mismo pude ver personas que fueron mordidas por los peces al lavarse los pies y las manos en el río.
La noche nos sorprendió ocupados haciendo el campamento, pues el crepúsculo tiene muy corta duración en las regiones llanas comprendidas entre los dos trópicos: nos echamos pues o nos sentamos con las piernas cruzadas en derredor del fuego, encendimos los cigarros y el mate circuló varias veces entre el grupo. Seguidamente comimos asado sin pan, a lo sumo con un poco de maíz. Lamentablemente, y como es usual, los mosquitos de los que uno debe defenderse sin cesar, nos amargó la comida. Y comenzó entonces la charla, un reposo a los planes para la jornada siguiente, alguien pulsó la guitarra y en medio del silencio de la noche y del desierto se escucharon los sones armoniosos. Cuando se hizo sentir el fresco de la noche y los mosquitos empezaron a retirarse, lo cual no sucede sino hacia las diez, se atizó el fuego, nos envolvimos en sueño tan tranquilo y sereno como la cama más blanda y dentro de la vivienda más segura.
Cuando establecíamos campamento en una región donde podía temerse un ataque de indios salvajes o de jaguares, montábamos guardia por turnos.
Esas horas de la noche se cuentan entre las más inolvidables de mi vida, así como mi estada en la selva me procuró los recuerdos más satisfactorios de mi viaje al Paraguay. En esos momentos en el que me sentía solo con mi alma, en medio del profundo desamparo donde sólo delataba un movimiento el crepitar de las llamas o el lejano tañido del cencerro de la yegua madrina, desfilaban por mi mente escenas queridas del pasado: me vi rodeado por las pocas personas a las que me unen vínculos del corazón y mantuve con ellas amplias platica; ora señora con el futuro, ora se hinchaba el pecho al saberme tan lejos del mundo civilizado, librado a mis propias fuerzas, con unos pocos camaradas para hacer frente al peligro de los elementos, de las fieras y de los hombres salvajes.
Johann Rudolph Rengger vuelve a Europa y en un viaje a Nápoles enferma de neumonía, después de una recuperación parcial, logro viajar de vuelta a su patria pero lastimosamente su estado empeoro de nuevo y murió el 9 de Octubre de 1.832 en Aarau.
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